«La vida ocupa un puesto singular en la fenomenología. No hay pensamiento fenomenológico, empezando por el de su fundador, para el que esta noción no desempeñe un papel central. De la Lebenswelt husserliana a la vida fáctica del primer Heidegger, de la vida descrita por Merleau-Ponty en La estructura del comportamiento a la Vida como pura auto-afección tematizada por Michel Henry a lo largo de toda su obra, la vida está, en cierto sentido, en el centro de las grandes fenomenologías y, en gran medida, es lo que éstas intentan pensar. Con todo y con eso, nos costaría caracterizar con alguna precisión lo que cada una de estas filosofías entiende por vida, así como evidenciar un concepto fenomenológico de vida. Es como si nunca se pensara en la vida misma, y únicamente fuera invocada como lo que, siendo obvio en cierto sentido, permite apropiarse o determinar lo que constituye el auténtico centro temático de la fenomenología, a saber: la actividad del sujeto trascendental en cuanto constitutivamente relacionado con un mundo, si se me permite expresarlo de modo tan somero. De suerte que la vida no pasa de ser un concepto operativo, en lugar de temático, por no decir una mera invocación mágica: está omnipresente y a la vez curiosamente ausente, dado que nunca es ---¡qué menos!--- objeto de una auténtica interrogación».
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