¿Qué significaría vivir estéticamente o, como dice nuestro personaje, «realizar una existencia perfectamente estética»? Ciertamente no es una existencia «equilibrada» o una existencia «bella», en el sentido de perfecta, agradable, cómoda o confortable, ni menos de «bien educadita». El «Caballero de las palabras» ha llevado la existencia estética hacia una especie de no-lugar, transformando así el asunto de una existencia perfectamente estética en una ilusión y una utopía. Ello en el sentido más literal: la errancia, la itinerancia, la no conformidad con un lugar confortable. El tipo de vida que eligió, lo llevó a renegar de lo cómodo o lo confortable, exigiéndole proyectar la estética hacia un plano tanto más profundo cuanto irreal. Por eso su estética únicamente puede realizarse en las palabras, porque allí es dueño de construir los castillos más bellos gratuitamente: allí se puede hacer una poesía de la vida sin estar obligado a vivirla. Esta es la dimensión mentirosa de su filosofía, pero (¿felizmente?) no se trata de la única dimensión.
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