PALABRAS EN LA NIEBLA es un poemario cuyo versos se estructuran en grupos independientes (poemas cortos) aunque todos ellos al servicio de una idea común: el intento humano de adelantar al tiempo “al antojo de urgencias programadas”.
Está dividido en tres partes; la primera consta de dieciséis poemas cortos encadenados a esa idea común: esta lucha que, como en las tragedias griegas es un desafío al destino, termina con el castigo supremo que no es otro que dejarse la vida en el intento. Algo así como un Prometeo de los tiempos modernos. Aquí cobra especial relevancia la palabra “caballos” – símbolo de la urgencia - con su especial polisemia cuando se habla por ejemplo de “caballos de potencia infinita” o “al pie de los caballos” o “con sus crines de humo” al viento de la tarde.
La segunda parte, en trece poemas algo más extensos, es la derrota aceptada. El tiempo es el señor del universo. El hombre se resigna y vuelve a sus principios; a la categoría de uno más de los seres creados, aunque distinto por su sentido de la trascendencia, cargada de preguntas sin respuesta. Ya no pretende adelantar al tiempo, sólo verle pasar y retenerle contando sus instantes uno a uno sin prisas, sin urgencias; igual que los relojes “de íntimas alcobas” o esos otros de “el solemne tañido de las catedrales”. Ahora el que marca los tiempos es ese que está hecho con latidos y “tú verás cómo los administras”. Es el tiempo del corazón que escapa a las medidas de los antojos nuestros.
La parte tercera tiene treinta poemas. Aquí la trascendencia deja paso a esas pequeñas cosas de la vida, sin apenas preguntas; a vivir simplemente, posando los poemas lo mismo que los pájaros en las ramas del árbol donde el viento los lleve. Sin embargo no son tan diferentes estos versos de los otros primeros; porque no sé que tiene la poesía que sin querer se escapa, se resiste - como las obsesiones - a cambiar de argumento cuando sientes que tocas las verdades. Puede decirse que esta tercera parte es semejante a los libros de versos como muestrarios de nuestras vivencias, aunque en este libro, exentos de personalismos.
Cada una de esas tres partes va precedida de un prólogo y de un breve poema que resume y anuncia solamente la idea de lo que viene luego en versos desprovistos de rimas y medidas tal como van surgiendo de la magia del verbo.
Está dividido en tres partes; la primera consta de dieciséis poemas cortos encadenados a esa idea común: esta lucha que, como en las tragedias griegas es un desafío al destino, termina con el castigo supremo que no es otro que dejarse la vida en el intento. Algo así como un Prometeo de los tiempos modernos. Aquí cobra especial relevancia la palabra “caballos” – símbolo de la urgencia - con su especial polisemia cuando se habla por ejemplo de “caballos de potencia infinita” o “al pie de los caballos” o “con sus crines de humo” al viento de la tarde.
La segunda parte, en trece poemas algo más extensos, es la derrota aceptada. El tiempo es el señor del universo. El hombre se resigna y vuelve a sus principios; a la categoría de uno más de los seres creados, aunque distinto por su sentido de la trascendencia, cargada de preguntas sin respuesta. Ya no pretende adelantar al tiempo, sólo verle pasar y retenerle contando sus instantes uno a uno sin prisas, sin urgencias; igual que los relojes “de íntimas alcobas” o esos otros de “el solemne tañido de las catedrales”. Ahora el que marca los tiempos es ese que está hecho con latidos y “tú verás cómo los administras”. Es el tiempo del corazón que escapa a las medidas de los antojos nuestros.
La parte tercera tiene treinta poemas. Aquí la trascendencia deja paso a esas pequeñas cosas de la vida, sin apenas preguntas; a vivir simplemente, posando los poemas lo mismo que los pájaros en las ramas del árbol donde el viento los lleve. Sin embargo no son tan diferentes estos versos de los otros primeros; porque no sé que tiene la poesía que sin querer se escapa, se resiste - como las obsesiones - a cambiar de argumento cuando sientes que tocas las verdades. Puede decirse que esta tercera parte es semejante a los libros de versos como muestrarios de nuestras vivencias, aunque en este libro, exentos de personalismos.
Cada una de esas tres partes va precedida de un prólogo y de un breve poema que resume y anuncia solamente la idea de lo que viene luego en versos desprovistos de rimas y medidas tal como van surgiendo de la magia del verbo.