Las virtudes y los valores tienen su punto de encuentro en la conciencia. Las primeras son propias de la persona misma y los segundos son bienes sociales, pero éstos por ser sociales no son externos sino que están interiorizados en la conciencia, pues allí son asumidos por la persona (naturalmente social). Los principios morales (disposiciones internas permanentes para asumir lo que es bueno, deseable, honesto, justo, recto y necesario para el pleno desarrollo de la persona en convivencia) son fundamento de la moralidad. Esta moralidad estructura a la persona en su individualidad diferenciándola de las demás, pues tales principios generan criterios y conductas.
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