La virgen de los olvidados. Su sola mención y su figura pueden provocar rechazo y temor; sin embargo, para muchos mexicanos es imagen de devoción.
El culto a la Santa Muerte es uno de los fenómenos religiosos más importantes y complejos de México actualmente, y así lo avalan millones de devotos en todo el país, e incluso en Estados Unidos, Canadá y Centroamérica. Desde 1797 se tiene documentada la primera noticia de un rito indígena a un esqueleto al que desde entonces ya llamaban "Santa Muerte". Pero fue hasta hace dos décadas, a partir de la crisis económica más profunda y dolorosa del país, cuando se comenzó a erigir como una figura guardiana, salvadora, que da amparo a los más pobres y desprotegidos de la sociedad. A partir de entonces creció vertiginosamente el culto de la Santa Muerte, en diversas clases sociales, y no sólo como en sus inicios: entre delincuentes, prostitutas y policías. Ahora políticos, actores, cantantes, comerciantes, deportistas, estudiantes, amas de casa y desempleados, entre otros, forman parte del nuevo grupo de fieles que le rezan, pidiéndole lo que el Estado y el gobierno deberían darles: seguridad, trabajo, empleo, salud y bienestar
El periodista José Gil Olmos reconstruye en este libro la historia de este culto en México, pues de icono religioso y figura rechazada por la Iglesia católica, después de la Revolución, se volvió un símbolo de identidad nacional y ahora es tan popular que su imagen se comercializa casi tanto como la de la Virgen de Guadalupe.
El culto a la Santa Muerte es uno de los fenómenos religiosos más importantes y complejos de México actualmente, y así lo avalan millones de devotos en todo el país, e incluso en Estados Unidos, Canadá y Centroamérica. Desde 1797 se tiene documentada la primera noticia de un rito indígena a un esqueleto al que desde entonces ya llamaban "Santa Muerte". Pero fue hasta hace dos décadas, a partir de la crisis económica más profunda y dolorosa del país, cuando se comenzó a erigir como una figura guardiana, salvadora, que da amparo a los más pobres y desprotegidos de la sociedad. A partir de entonces creció vertiginosamente el culto de la Santa Muerte, en diversas clases sociales, y no sólo como en sus inicios: entre delincuentes, prostitutas y policías. Ahora políticos, actores, cantantes, comerciantes, deportistas, estudiantes, amas de casa y desempleados, entre otros, forman parte del nuevo grupo de fieles que le rezan, pidiéndole lo que el Estado y el gobierno deberían darles: seguridad, trabajo, empleo, salud y bienestar
El periodista José Gil Olmos reconstruye en este libro la historia de este culto en México, pues de icono religioso y figura rechazada por la Iglesia católica, después de la Revolución, se volvió un símbolo de identidad nacional y ahora es tan popular que su imagen se comercializa casi tanto como la de la Virgen de Guadalupe.