Esta obra analiza la maquinaria constitucional más habitual en las democracias
de Occidente. Toda maquinaria es susceptible de mejoras y este
libro quiere proponer una reforma de esa maquinaria.
El Poder político debe de existir. Alguien nos debe gobernar. Los inconvenientes
de la anarquía son superiores a los del Poder. Sin un Poder que pusiera
orden, no podríamos ni siquiera retirarnos a nuestra casa de campo a cultivar
un huerto. No podríamos hacerlo ni siquiera con una escopeta bien cargada,
porque sin Poder ni siquiera seríamos nosotros los que tendríamos la escopeta,
serían otros.
El sistema funciona, aunque no hace falta decir que no es democracia todo
sistema que se autodenomine democrático. Sin embargo, resulta evidente que
aunque el sistema se desenvuelva razonablemente bien, no lo hace de un modo
perfecto e inmejorable. Eso no es así, ni siquiera donde mejor funciona. En
muchos lugares de la Tierra, gozamos de más libertad que nunca, controlamos
a nuestros gobernantes, nuestros sistemas parlamentarios mantienen una correcta
estabilidad sin permitir que nadie se afinque de un modo tiránico, y no
obstante el sistema admite mejoras. El aparato constitucional funciona, pero
evidencia problemas que son los que aquí vamos a analizar, antes de proponer
los remedios.
de Occidente. Toda maquinaria es susceptible de mejoras y este
libro quiere proponer una reforma de esa maquinaria.
El Poder político debe de existir. Alguien nos debe gobernar. Los inconvenientes
de la anarquía son superiores a los del Poder. Sin un Poder que pusiera
orden, no podríamos ni siquiera retirarnos a nuestra casa de campo a cultivar
un huerto. No podríamos hacerlo ni siquiera con una escopeta bien cargada,
porque sin Poder ni siquiera seríamos nosotros los que tendríamos la escopeta,
serían otros.
El sistema funciona, aunque no hace falta decir que no es democracia todo
sistema que se autodenomine democrático. Sin embargo, resulta evidente que
aunque el sistema se desenvuelva razonablemente bien, no lo hace de un modo
perfecto e inmejorable. Eso no es así, ni siquiera donde mejor funciona. En
muchos lugares de la Tierra, gozamos de más libertad que nunca, controlamos
a nuestros gobernantes, nuestros sistemas parlamentarios mantienen una correcta
estabilidad sin permitir que nadie se afinque de un modo tiránico, y no
obstante el sistema admite mejoras. El aparato constitucional funciona, pero
evidencia problemas que son los que aquí vamos a analizar, antes de proponer
los remedios.