Lo que viene ahora, tiene que ver con lo que hoy se conoce como la Internet de las Cosas (IoT) en que se empiezan a interconectar los objetos a la gran red global digital. Primero se conectaron los computadores, luego las personas en la Web 2.0 y hoy se suman los objetos. La generación de gigantescas cantidades de datos que emerge de esta condición, nos lleva al mundo del Big Data, a la e-sciences, y a un cambio de las lógicas tradicionales para la validación de las verdades. El eje central de esta nueva realidad es la enorme complejidad, que requiere nuevas habilidades para personas, organizaciones y gobiernos. Esto va acompañado de la emergencia de la Web 3.0 de carácter semántica, asentada en la nueva ecología de nubes. También es parte de este fenómeno la revolución móvil, que literalmente otorga la ubicuidad a las personas, la realidad aumentada, los metaversos, los wearables, las casas, autos, ciudades inteligentes, la computación ubicua, los BOTs, la inteligencia artificial y las redes 5G. Todo esto configura literalmente una mente tecnológica colectiva, que equivale a una cuarta capa del cerebro, pero que ahora es tecnológica y está afuera del cerebro individual. Quizás un salto evolutivo como la singularidad que propone Kurzweil, que es una especie de fusión de la biología y tecnología.
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