Himmler fue depositario de un encargo personal del Führer. Como solo existía un Dios verdadero y merecedor de serlo, Adolf Hitler, y una única religión, el nazismo, debía proceder a la inmediata y total destrucción del Cristianismo. Así pues, el canciller Himmler, director de la Ahnenerbe, la unidad esotérica de las SS, organizó un cónclave de expertos en el castillo de Wewelsburg, que sería dirigido por Carl Gustav Jung, y del que formarían parte mediums, ideólogos, científicos, aristócratas y hasta monjes budistas. Aunque al principio el avance fue muy dificultoso, al cabo de pocos meses lograron su objetivo de plantarse en el mismísimo umbral de la puerta mágica de los viajes en el tiempo, para visitar Israel en la época en que vivió Jesucristo. Sin embargo no dieron con él, sino con una bella y misteriosa princesa, que les conduciría, eso sí, al hijo de Dios.
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