El aborto ha existido siempre, y hay que aceptarlo de una vez como un fenómeno normal, sobre el cual debe decidir cada mujer. Estas son frases, estimada lectora o estimado lector, que habrás oído muchas veces, y sobre las que no sé si estarás de acuerdo. No pretendo ahora modificar tus opiniones sobre el aborto, sino contarte algo útil, que me ha costado cierto esfuerzo comprender. Quisiera ahorrarte ese trabajo que yo he tenido que hacer. Ojalá tú comprendas el asunto con menos esfuerzo y mejor que yo.
Aborto ha habido siempre. Y no se acostumbra a hacerlo al margen de lo que opine la mujer embarazada. Entonces, ¿qué se dice de nuevo al afirmar que el aborto debe ser decisión de la mujer? Aparentemente, que debe ser decisión exclusiva de la mujer, que nadie se lo debe impedir. Que sólo ella tiene derecho a decidir, que no atañe a nadie más, porque nadie más está implicado en la terminación de un embarazo.
En esto consiste el nuevo aborto. En que se pretende eliminar un conflicto, no por darle una solución adecuada, sino negando que exista el conflicto. Donde sólo hay una parte–la mujer–, no hay conflicto. La negación del conflicto es lo que permite que en los embarazos que antes podían considerarse conflictivos, y que hoy reciben otras denominaciones, casi siempre se llegue a una solución preferida: su terminación por medio del aborto. Esta solución preferente se facilita hasta el punto de poderse decir que el nuevo aborto es un aborto industrial, a diferencia del antiguo, que era artesanal.
Lo que yo afirmo, al margen de la opinión que cada uno pueda tener sobre la decisión de abortar, es que el aborto siempre será un asunto conflictivo, porque en él están implicadas varias partes y no sólo la mujer. En mi opinión, la pretensión de hacer desaparecer el conflicto hace recaer sobre la mujer, que supuestamente decide, una responsabilidad que no le corresponde. Si el aborto antiguo era injusto con alguien, el nuevo no elimina esa injusticia, y además añade una nueva: obliga a la mujer a asumir una mentira, la de que ella no tenía ningún problema, y de que por tanto la decisión que ha tenido que tomar era algo que no puede tener efectos secundarios.
¿Por qué es necesario un nuevo aborto que sustituya al antiguo? La pregunta me parece importante, estimada lectora o estimado lector, porque, con todos los matices que se quiera, esto es lo que viene a hacer en España la nueva ley del aborto de la ministra de Igualdad, Bibiana Aído. El aborto antiguo era un delito, aunque no se castigaba ni se controlaba en absoluto. Un aborto libre, dentro de un plazo, como el que establece la nueva ley, no se diferencia en apariencia del antiguo. Ya antes cualquier mujer podía libremente abortar en España. Pero formalmente antes cometía un delito, y quienes hacían el aborto colaboraban en el delito, aunque no fueran perseguidos (es más, ganaban dinero).
Aborto ha habido siempre. Y no se acostumbra a hacerlo al margen de lo que opine la mujer embarazada. Entonces, ¿qué se dice de nuevo al afirmar que el aborto debe ser decisión de la mujer? Aparentemente, que debe ser decisión exclusiva de la mujer, que nadie se lo debe impedir. Que sólo ella tiene derecho a decidir, que no atañe a nadie más, porque nadie más está implicado en la terminación de un embarazo.
En esto consiste el nuevo aborto. En que se pretende eliminar un conflicto, no por darle una solución adecuada, sino negando que exista el conflicto. Donde sólo hay una parte–la mujer–, no hay conflicto. La negación del conflicto es lo que permite que en los embarazos que antes podían considerarse conflictivos, y que hoy reciben otras denominaciones, casi siempre se llegue a una solución preferida: su terminación por medio del aborto. Esta solución preferente se facilita hasta el punto de poderse decir que el nuevo aborto es un aborto industrial, a diferencia del antiguo, que era artesanal.
Lo que yo afirmo, al margen de la opinión que cada uno pueda tener sobre la decisión de abortar, es que el aborto siempre será un asunto conflictivo, porque en él están implicadas varias partes y no sólo la mujer. En mi opinión, la pretensión de hacer desaparecer el conflicto hace recaer sobre la mujer, que supuestamente decide, una responsabilidad que no le corresponde. Si el aborto antiguo era injusto con alguien, el nuevo no elimina esa injusticia, y además añade una nueva: obliga a la mujer a asumir una mentira, la de que ella no tenía ningún problema, y de que por tanto la decisión que ha tenido que tomar era algo que no puede tener efectos secundarios.
¿Por qué es necesario un nuevo aborto que sustituya al antiguo? La pregunta me parece importante, estimada lectora o estimado lector, porque, con todos los matices que se quiera, esto es lo que viene a hacer en España la nueva ley del aborto de la ministra de Igualdad, Bibiana Aído. El aborto antiguo era un delito, aunque no se castigaba ni se controlaba en absoluto. Un aborto libre, dentro de un plazo, como el que establece la nueva ley, no se diferencia en apariencia del antiguo. Ya antes cualquier mujer podía libremente abortar en España. Pero formalmente antes cometía un delito, y quienes hacían el aborto colaboraban en el delito, aunque no fueran perseguidos (es más, ganaban dinero).