A principios del siglo XX un joven médico, el doctor Octavio Azaña, llega incidentalmente a una población localizada en la periferia de la gran selva americana, Macuijo Arriba, para pedir oficialmente la mano de su novia (Eloísa), muchacha oriunda de la región, que cursa estudios en la Capital.
En el mismo barco que el doctor Azaña, viaja el teniente Humberto Proaño, joven y corrupto oficial que ha sido destinado, por motivos disciplinarios, a asumir el mando de la remota guarnición de Macuijo Arriba.
El padre de Eloísa es el hacendado Eduardo Griñán, el hombre más rico de la zona, quien ha hecho su fortuna no al calor de la inocente plantación de yerba mate que le sirve de cobertura, sino traficando clandestinamente con plantas alcaloides destinadas a la elaboración de drogas heroicas.
El recién llegado teniente y el hacendado Griñán establecen bien pronto una lucrativa complicidad en el negocio ilícito de las drogas, pero en virtud de confidencias recibidas tienen conocimiento de que una comisión investigadora enviada desde la Capital se dirige a Macuijo Arriba para esclarecer el presunto tráfico clandestino en la zona.
Ambos convienen entonces en la necesidad de encontrar un “culpable” que sirva para contentar a la comisión y hacer que se marche sin mayores consecuencias para ellos. Es con este propósito que urden una siniestra conjura para hacer recaer la culpa del tráfico sobre una pacífica tribu indígena residente en la zona: la tribu de “La Flecha de Cobre”, poseedora de una orgullosa tradición guerrera y que toma su nombre del símbolo que distingue a sus miembros más destacados tanto en el orden ético como militar.
Griñán no vacila en valerse de la amistad nacida entre el novio de su hija y la tribu de La Flecha de Cobre. De manera que el joven médico actuará, sin saberlo, como cómplice de la infamia.
Al descubrir cómo se le ha utilizado en perjuicio de los indios Octavio Azaña no vacila intervenir en defensa de esta tribu y se ve obligado a recurrir a todos los recursos y energías de que es capaz.
En el mismo barco que el doctor Azaña, viaja el teniente Humberto Proaño, joven y corrupto oficial que ha sido destinado, por motivos disciplinarios, a asumir el mando de la remota guarnición de Macuijo Arriba.
El padre de Eloísa es el hacendado Eduardo Griñán, el hombre más rico de la zona, quien ha hecho su fortuna no al calor de la inocente plantación de yerba mate que le sirve de cobertura, sino traficando clandestinamente con plantas alcaloides destinadas a la elaboración de drogas heroicas.
El recién llegado teniente y el hacendado Griñán establecen bien pronto una lucrativa complicidad en el negocio ilícito de las drogas, pero en virtud de confidencias recibidas tienen conocimiento de que una comisión investigadora enviada desde la Capital se dirige a Macuijo Arriba para esclarecer el presunto tráfico clandestino en la zona.
Ambos convienen entonces en la necesidad de encontrar un “culpable” que sirva para contentar a la comisión y hacer que se marche sin mayores consecuencias para ellos. Es con este propósito que urden una siniestra conjura para hacer recaer la culpa del tráfico sobre una pacífica tribu indígena residente en la zona: la tribu de “La Flecha de Cobre”, poseedora de una orgullosa tradición guerrera y que toma su nombre del símbolo que distingue a sus miembros más destacados tanto en el orden ético como militar.
Griñán no vacila en valerse de la amistad nacida entre el novio de su hija y la tribu de La Flecha de Cobre. De manera que el joven médico actuará, sin saberlo, como cómplice de la infamia.
Al descubrir cómo se le ha utilizado en perjuicio de los indios Octavio Azaña no vacila intervenir en defensa de esta tribu y se ve obligado a recurrir a todos los recursos y energías de que es capaz.