Mi nombre es Claudia y me gano la vida masajeando tíos buenos por dinero.
Concretamente, atletas. Y como verás, eso tiene un lado bueno y uno malo.
Hasta que llegó Erik.
Un nadador de élite, y a su vez, un padre soltero. Ser su fisioterapeuta no era un trabajo fácil. Su comportamiento de cretino y su ego redomado no ayudaban en absoluto. Aún así, no era difícil darse cuenta de que, con su pequeñaja, el hombre era un trozo de pan.
Lo odiaba, y a la vez, lo deseaba. Se suponía que rechazarlo iba a ser fácil, sobretodo considerando que no podía salir con clientes. Pero esa sonrisa canalla, ese instinto paternal, y porqué no, esos abdominales que ya había tocado, eran una combinación difícil de rechazar.
Por el otro lado…
Mi nombre es Erik, y yo tengo tres pasiones en la vida: La natación, mi hija y disfrutar de lo que queda. Sin embargo, Claudia amenazaba los líos de una noche. No sólo no parecía importare mi hija, sino que por algún motivo conseguía aguantar mi actitud de cretino insoportable.
Nunca tuve que invitarle a que nadase conmigo.
O quizás fue una lástima no haber podido hacerlo antes.
¿Será esto eso que llaman “sentar la cabeza”?
Concretamente, atletas. Y como verás, eso tiene un lado bueno y uno malo.
Hasta que llegó Erik.
Un nadador de élite, y a su vez, un padre soltero. Ser su fisioterapeuta no era un trabajo fácil. Su comportamiento de cretino y su ego redomado no ayudaban en absoluto. Aún así, no era difícil darse cuenta de que, con su pequeñaja, el hombre era un trozo de pan.
Lo odiaba, y a la vez, lo deseaba. Se suponía que rechazarlo iba a ser fácil, sobretodo considerando que no podía salir con clientes. Pero esa sonrisa canalla, ese instinto paternal, y porqué no, esos abdominales que ya había tocado, eran una combinación difícil de rechazar.
Por el otro lado…
Mi nombre es Erik, y yo tengo tres pasiones en la vida: La natación, mi hija y disfrutar de lo que queda. Sin embargo, Claudia amenazaba los líos de una noche. No sólo no parecía importare mi hija, sino que por algún motivo conseguía aguantar mi actitud de cretino insoportable.
Nunca tuve que invitarle a que nadase conmigo.
O quizás fue una lástima no haber podido hacerlo antes.
¿Será esto eso que llaman “sentar la cabeza”?