En un tour de mochilera a través de Europa, una joven mujer se encuentra conversando con un hombre mayor en un tren. Y de pronto se ve viajando a la ciudad de él, donde le ha invitado a quedarse en su hostal. Rápidamente ella se entera de que es su único huésped, y tras un recorrido por todo el edificio, termina entrando a un calabozo lleno de equipos para juegos de sumisión. Excitada por la idea de ser introducida al mundo del sadomasoquismo, la joven accede a la propuesta del dueño de hostal.
Esta es una historia erótica explícita de aproximadamente 5.000 palabras. Contiene lenguaje gráfico y temas sexuales. Está dirigida a adultos interesados en este tipo de material para su consumo en jurisdicciones donde su venta y disfrute no violan leyes locales.
Extracto:
“Te daré el recorrido cuando acabes tu café”, le dijo, y conversaron cómodamente mientras él se dedicaba a organizar la mesa de recepción. Cuando Bianca terminó su bebida, se dirigió a la cocina para lavar la taza y colocarla en su sitio. Cuando volvió a salir de la cocina, Ernst salió de detrás de la mesa de recepción y se dirigió a ella. “Vamos”, le dijo. “Te mostraré el lugar”. Fueron a las escaleras y se dirigieron a los pisos más altos primero. El edificio mantenía muchas de sus características originales, ella preguntó si estaba bien tomar fotografías. Su anfitrión aceptó y ella comenzó a disparar su cámara al tiempo que avanzaban. El lugar hasta tiene un calabozo en el sótano”, prosiguió Ernst cuando llegaron, finalmente, a la planta baja.
“¿De verdad?, se rió Bianca. “¿Para qué usas eso?”
“Ven, te mostraré”, dijo el hombre pero no respondió a la pregunta de ella. Caminaron hasta acercarse a una puerta en una esquina del área de recepción, Ernst la abrió y a la vista estaba una escalera angosta. Bajó por ellas, seguido de Bianca y, cuando llegaron al fondo, ella vio que había otra puerta. Ernst tomó una llave y destrancó la puerta, moviéndose hacia adentro con Bianca siguiéndolo detrás. Ella abrió sus ojos de par en par al ver grilletes en el suelo y en las paredes, cuerdas colgando del techo y látigos colgados de la pared. Oyó el clic de la cerradura de la puerta y se dio vuelta.
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Extracto:
“Te daré el recorrido cuando acabes tu café”, le dijo, y conversaron cómodamente mientras él se dedicaba a organizar la mesa de recepción. Cuando Bianca terminó su bebida, se dirigió a la cocina para lavar la taza y colocarla en su sitio. Cuando volvió a salir de la cocina, Ernst salió de detrás de la mesa de recepción y se dirigió a ella. “Vamos”, le dijo. “Te mostraré el lugar”. Fueron a las escaleras y se dirigieron a los pisos más altos primero. El edificio mantenía muchas de sus características originales, ella preguntó si estaba bien tomar fotografías. Su anfitrión aceptó y ella comenzó a disparar su cámara al tiempo que avanzaban. El lugar hasta tiene un calabozo en el sótano”, prosiguió Ernst cuando llegaron, finalmente, a la planta baja.
“¿De verdad?, se rió Bianca. “¿Para qué usas eso?”
“Ven, te mostraré”, dijo el hombre pero no respondió a la pregunta de ella. Caminaron hasta acercarse a una puerta en una esquina del área de recepción, Ernst la abrió y a la vista estaba una escalera angosta. Bajó por ellas, seguido de Bianca y, cuando llegaron al fondo, ella vio que había otra puerta. Ernst tomó una llave y destrancó la puerta, moviéndose hacia adentro con Bianca siguiéndolo detrás. Ella abrió sus ojos de par en par al ver grilletes en el suelo y en las paredes, cuerdas colgando del techo y látigos colgados de la pared. Oyó el clic de la cerradura de la puerta y se dio vuelta.