El hombre está abocado a un laberinto sin salidas, a un dédalo cambiante en complejidad y formas a lo largo de su avance por el mismo. Ese laberinto es único e intransferible, es su propia vida. Las obsesiones de cada uno convierten ese conjunto de calles, pasajes y recodos en algo más o menos placentero, más o menos difícil. Y en esa caja amurallada solo hay dos formas de escapar. Una es momentánea, brutalmente efímera: el orgasmo, la petite mort. La otra no sabemos cuánto dura ni hacia dónde nos lleva, pues oculta su rostro tras una máscara de hueso: la muerte. Por eso, íntimamente relacionadas, ambas dan las claves de este conjunto de cuentos donde sexo y expiración están imbricados aunque cada personaje —y su historia— pueda ser muy dispar de otro o vivir incluso en siglos distintos.
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