- Así me gusta que estés bien sumisa. –Dijo mientras acariciaba mi espalda y bajaba sus manos a mi trasero para juntar más nuestros cuerpos.
El olor de su perfume inundaba mis fosas nasales, olía a jabón, a su perfume caro y a hombre. Bajo sus labios a mi cuello y empezó a mordisquearlo, mientras nos movíamos al compás de la música, metió una de sus piernas entre las mías e hizo que me frotase mi entrepierna contra ella. Una y otra vez. Mis pechos rozaba contra su pecho dejando estos tan sensibles que solo un roce era una dulce tortura. Llevé mis manos a su espalda agarrándome con fuerza a él para no caer. Cuando creía que ya no podía más, que pensaba que el deseo me consumiría él paró. La música paró. Fue la mayor de las torturas.
El olor de su perfume inundaba mis fosas nasales, olía a jabón, a su perfume caro y a hombre. Bajo sus labios a mi cuello y empezó a mordisquearlo, mientras nos movíamos al compás de la música, metió una de sus piernas entre las mías e hizo que me frotase mi entrepierna contra ella. Una y otra vez. Mis pechos rozaba contra su pecho dejando estos tan sensibles que solo un roce era una dulce tortura. Llevé mis manos a su espalda agarrándome con fuerza a él para no caer. Cuando creía que ya no podía más, que pensaba que el deseo me consumiría él paró. La música paró. Fue la mayor de las torturas.