Comentario a la primera edición:
Rosario, octubre de 1999
Las Rondas y Los Sueños es arte —conviene decirlo desde un principio y claramente— porque logra a través de un lenguaje puro y elemental hasta la aspereza, niveles poéticos y plásticos que pocas obras testimoniales han alcanzado.
En efecto: Mori no trabaja con metáforas ni con grandes imágenes. Tampoco se vale de simbolismos o analogías. Hace lo que podríamos llamar "arte directo", hiere la vista con una realidad llena de arte, si entendemos por arte la comunicación de experiencias hondas, provenientes tanto del horror como del amor.
Mori grita la construcción de un sueño. Aúlla su infancia por los calabozos de la represión; formula, busca -y encuentra- al hombre entre los barrotes de una celda, en códigos elaborados por los nudillos contra los muros, en la solidaridad tejida delicadamente entre pedazos de pan duro, castigos crueles e infinitos, frío y muerte. Esta idea se expresa en su síntesis perfecta en la página 170, cuando durante una sanción -que implicaba el silencio-, consigue comunicarse con los demás reclusos y dice "La conversación me aliviaba. En pocos minutos ya éramos amigos, humanos". En este punto Mori cierra su círculo revolucionario y creativo dando pié a una serie de preguntas básicas: ¿es en el dolor cuando el hombre se vuelve "humano"? ¿o es que el hombre, al advertirse "humano" invariablemente va a ser empujado al dolor por el sistema? Con ésta frase, en mi opinión, Miguel Angel Mori y se pone tanto por sobre las ideas como por sobre la tragedia. Es, en este preciso instante, que el hombre demanda un protagonismo lógico, adquirido por un derecho natural y con prepotencia (no en los escritorios e los intelectuales frívolos ni en los papeles de los literatos inaccesibles). Por eso digo que "Las Rondas y los Sueños" es arte. Quizás a algún crítico le moleste el modo con que esta obra ingresa en el arte; pero ocurre que en el arte se ingresa, justamente, de ese modo: a través del exabrupto, del grito, de la tragedia (¿no fueron, si no todos, al menos casi todos los grandes, creados por la tragedia?)
Está bien: el tiempo dirá si Miguel Angel Mori es o no es un grande de la literatura; en todo caso podemos decir que su libro no sólo es un pedazo de la historia argentina y latinoamericana, sino también, y muy particularmente, aquel anhelo al que algunos renuncian para sobrevivir, y al que otros, como Mori y sus compañeros, se aferran hasta sangrar.
Daniel R. García
Rosario, octubre de 1999
Las Rondas y Los Sueños es arte —conviene decirlo desde un principio y claramente— porque logra a través de un lenguaje puro y elemental hasta la aspereza, niveles poéticos y plásticos que pocas obras testimoniales han alcanzado.
En efecto: Mori no trabaja con metáforas ni con grandes imágenes. Tampoco se vale de simbolismos o analogías. Hace lo que podríamos llamar "arte directo", hiere la vista con una realidad llena de arte, si entendemos por arte la comunicación de experiencias hondas, provenientes tanto del horror como del amor.
Mori grita la construcción de un sueño. Aúlla su infancia por los calabozos de la represión; formula, busca -y encuentra- al hombre entre los barrotes de una celda, en códigos elaborados por los nudillos contra los muros, en la solidaridad tejida delicadamente entre pedazos de pan duro, castigos crueles e infinitos, frío y muerte. Esta idea se expresa en su síntesis perfecta en la página 170, cuando durante una sanción -que implicaba el silencio-, consigue comunicarse con los demás reclusos y dice "La conversación me aliviaba. En pocos minutos ya éramos amigos, humanos". En este punto Mori cierra su círculo revolucionario y creativo dando pié a una serie de preguntas básicas: ¿es en el dolor cuando el hombre se vuelve "humano"? ¿o es que el hombre, al advertirse "humano" invariablemente va a ser empujado al dolor por el sistema? Con ésta frase, en mi opinión, Miguel Angel Mori y se pone tanto por sobre las ideas como por sobre la tragedia. Es, en este preciso instante, que el hombre demanda un protagonismo lógico, adquirido por un derecho natural y con prepotencia (no en los escritorios e los intelectuales frívolos ni en los papeles de los literatos inaccesibles). Por eso digo que "Las Rondas y los Sueños" es arte. Quizás a algún crítico le moleste el modo con que esta obra ingresa en el arte; pero ocurre que en el arte se ingresa, justamente, de ese modo: a través del exabrupto, del grito, de la tragedia (¿no fueron, si no todos, al menos casi todos los grandes, creados por la tragedia?)
Está bien: el tiempo dirá si Miguel Angel Mori es o no es un grande de la literatura; en todo caso podemos decir que su libro no sólo es un pedazo de la historia argentina y latinoamericana, sino también, y muy particularmente, aquel anhelo al que algunos renuncian para sobrevivir, y al que otros, como Mori y sus compañeros, se aferran hasta sangrar.
Daniel R. García