Buenos Aires a fines del 2001. París a fines del 2011. Diez años que aúnan la debacle de un país, la convulsión íntima de una grave enfermedad, y un amor oculto. Una novela política que pone al desnudo la intimidad del poder en uno de los momentos más críticos de la historia del país. Qué pensaban y qué sentían quienes manejaban el gobierno al momento de decidir. Una trama sugestiva y apasionante, vivida y narrada en primera persona, con relatos insospechados sobre personajes reconocibles.
Días de luna azul posee la belleza de conjugar la reflexión social con la intimidad de una vida.
Una novela tan real… que resulta inverosímil.
Fragmentos de la obra:
[b]Duhalde[/b]
–El riesgo país ya está por encima de 2000 puntos básicos. Argentina, un país menos creíble que Nigeria. Horrible –me había dicho Alberto cuando lo fui a ver con un borrador de la presentación del Plan Familia.
–Entre la oposición que tenemos y nuestras propias huestes –repliqué– no es de extrañar. Encima son todos rumores y nadie sale a aclarar nada. No sé qué estamos esperando. Se dice que detrás del pedido de que el Presidente dé un paso al costado, está Duhalde. ¿Es así? Alberto no respondió. No me desanimé y proseguí.
–¿Para qué Duhalde querría hacerse cargo del país en esta coyuntura? Es como tomar por asalto al Titanic. Nadie en su sano juicio lo haría.
–La lógica de la política es otra.
–Primero el poder, después se verá. ¿Esa es la lógica?
Limones
–Nena, fue un fracaso –me susurró y pegó una pitada a su cigarrillo. Sin ambigüedades, un total y completo fracaso.
–¿Negri?
–No, peor. Teníamos apenas media hora para sensibilizar a Bush, una media hora para lograr el salvataje, y De La Rúa se iba por las ramas hasta que fue el propio Presidente de los Estados Unidos quien le preguntó si no tenía algún otro asunto relevante para plantearle. Y nuestro excelentísimo Presidente le respondió que en efecto lo había. Todos suspiramos aliviados. Fue entonces que casi nos desmayamos cuando en lugar de hablarle de la deuda, del Fondo, De la Rúa le habló de los limones.
–¿De qué? ¿De los limones? Me estás jodiendo…
–No, no es broma –continuó Rigo–. A nuestro señor Presidente le pareció más relevante pelear por nuestra exportación de limones y se explayó sobre el tema de las barreras arancelarias. Era la oportunidad que teníamos y la rifó. Hay que aceptar que el limón es bueno, ayuda a controlar el apetito.
–No entiendo. ¿Es idiota?
–Era el mejor alumno de su promoción, un abogado brillante. Una persona culta, amena. Por momentos, te juro, pienso que está dopado. No tengo otra explicación.
–El Fondo nos bajará el pulgar –dije abrumada.
Días de luna azul posee la belleza de conjugar la reflexión social con la intimidad de una vida.
Una novela tan real… que resulta inverosímil.
Fragmentos de la obra:
[b]Duhalde[/b]
–El riesgo país ya está por encima de 2000 puntos básicos. Argentina, un país menos creíble que Nigeria. Horrible –me había dicho Alberto cuando lo fui a ver con un borrador de la presentación del Plan Familia.
–Entre la oposición que tenemos y nuestras propias huestes –repliqué– no es de extrañar. Encima son todos rumores y nadie sale a aclarar nada. No sé qué estamos esperando. Se dice que detrás del pedido de que el Presidente dé un paso al costado, está Duhalde. ¿Es así? Alberto no respondió. No me desanimé y proseguí.
–¿Para qué Duhalde querría hacerse cargo del país en esta coyuntura? Es como tomar por asalto al Titanic. Nadie en su sano juicio lo haría.
–La lógica de la política es otra.
–Primero el poder, después se verá. ¿Esa es la lógica?
Limones
–Nena, fue un fracaso –me susurró y pegó una pitada a su cigarrillo. Sin ambigüedades, un total y completo fracaso.
–¿Negri?
–No, peor. Teníamos apenas media hora para sensibilizar a Bush, una media hora para lograr el salvataje, y De La Rúa se iba por las ramas hasta que fue el propio Presidente de los Estados Unidos quien le preguntó si no tenía algún otro asunto relevante para plantearle. Y nuestro excelentísimo Presidente le respondió que en efecto lo había. Todos suspiramos aliviados. Fue entonces que casi nos desmayamos cuando en lugar de hablarle de la deuda, del Fondo, De la Rúa le habló de los limones.
–¿De qué? ¿De los limones? Me estás jodiendo…
–No, no es broma –continuó Rigo–. A nuestro señor Presidente le pareció más relevante pelear por nuestra exportación de limones y se explayó sobre el tema de las barreras arancelarias. Era la oportunidad que teníamos y la rifó. Hay que aceptar que el limón es bueno, ayuda a controlar el apetito.
–No entiendo. ¿Es idiota?
–Era el mejor alumno de su promoción, un abogado brillante. Una persona culta, amena. Por momentos, te juro, pienso que está dopado. No tengo otra explicación.
–El Fondo nos bajará el pulgar –dije abrumada.