El insólito descubrimiento de las epístolas de Jesús, Dios y hombre, a María la de Magdala, nos desvela su sufrimiento ante el conflicto que le provoca su doble naturaleza, divina y de varón enamorado de mujer. Sus confidencias de mal de amores eran humanas, demasiado humanas, para ser aceptadas doctrinalmente desde los primeros tiempos de la cristiandad. No era concebible en la escatología cristiana, la parusía –segunda venida de Cristo–, manchado por trato de mujer. La herejía arriana que negaba la divinidad de Cristo al ser el Hijo subordinado al Padre por haber sido creado por Éste, fue uno de los primeros intentos de conciliar amor fatuo y Epifanía.
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