Si la ceguera aísla, ¿qué será enterarse de que para quienes ven, el mundo es luminoso, brillante y colorido? Medea se dio cuenta de su ceguera siendo niña, cuando su hermano menor aprendió a caminar y su madre le confesó que era la única ciega en casa y en el pueblo.
El alfabetismo de Medea sumado a las estrecheces de la Gran Guerra, a su origen y a su ceguera, la colman de impotencia cuando a los 19 años un tío le lega su tienda de antigüedades musicales. Obligada a dejar su pueblo natal y su seguridad para ocuparse del negocio al sur de Francia, se enfrenta a una realidad insospechada. Al paso del tiempo, tanto las antigüedades a la venta como los clientes que las codician, ayudan a Medea a calibrar el poder de la musicalidad en la naturaleza de las cosas. Desde su ceguera aprecia en los instrumentos y en quienes aman interpretar o componer música, un torrente sanguíneo afín a sus cuatro sentidos vivos.
El alfabetismo de Medea sumado a las estrecheces de la Gran Guerra, a su origen y a su ceguera, la colman de impotencia cuando a los 19 años un tío le lega su tienda de antigüedades musicales. Obligada a dejar su pueblo natal y su seguridad para ocuparse del negocio al sur de Francia, se enfrenta a una realidad insospechada. Al paso del tiempo, tanto las antigüedades a la venta como los clientes que las codician, ayudan a Medea a calibrar el poder de la musicalidad en la naturaleza de las cosas. Desde su ceguera aprecia en los instrumentos y en quienes aman interpretar o componer música, un torrente sanguíneo afín a sus cuatro sentidos vivos.