De todos los aspectos relativos a aquella lucha entre unitarios y federales que ensombreció a la Argentina durante gran parte del siglo XIX, los asesinatos, los fusilamientos y la crueldad de sus contendientes siguen despertando una morbosa curiosidad que escapa al mero conocimiento de hechos históricos. Desde su derrocamiento, en 1852, el relato del accionar fi rme e impiadoso de Juan Manuel de Rosas –y también de sus aliados– constituyó un lugar común dentro de la bibliografía sobre el desarrollo de aquel país todavía naciente. Sin embargo, pocas veces se tuvo en cuenta lo que Juan-Jacobo Bajarlía expone en Morir por la Patria: no eran Rosas y su feroz Mazorca la única fuente del origen de tanta sangre derramada. Bajarlía realiza un recorrido objetivo en donde otros hombres de la historia argentina, como Domingo Faustino Sarmiento, muestran una cara violenta, asesina, tan criminal como la que vociferaba aquella muerte a los “salvajes unitarios”. Editado por primera vez en 1983 con el título Sables, historias y crímenes, Morir por la Patria es una antología de los más célebres crímenes perpetrados durante una época en donde imperaban la muerte, la venganza y la crueldad; pero también un retrato de las caras más oscuras y trágicas de los protagonistas de los albores de la Patria: Camila O’Gorman, Facundo Quiroga, el general Juan Lavalle, Damasita Boedo, Florencio Varela, José Urquiza, Sarmiento, el “Chacho” Peñaloza, y muchos otros que, como el tirano Rosas que la historia condenó, utilizaron las mismas armas o fueron víctimas de una feroz cacería de carne humana. Morir por la Patria es una ventana a un pasado que permite repensar los problemas del presente, cuando la Argentina se prepara para conmemorar su segundo siglo de vida. Así lo intuía su autor en el texto de presentación de su primera edición: “‘Abonar la tierra con sangre’. Esta ley de los señores del puñal estuvo en la mente de los tiranos que sometieron la libertad al juego de sus intereses. Fue la norma absoluta del crimen, que llevó la desolación y la muerte al corazón de los argentinos. Antiquísima como las hienas, esta ley sigue vigente y amenaza los cimientos mismos de la sociedad”.
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