En los trabajos antropológicos sobre religión realizados después de la Segunda Guerra Mundial, encontramos dos características: a) que no se han realizado progresos teóricos de gran importancia, sino que se ha explotado el conceptual de los antecesores agregándose muy poco y, b) se apoyan en una tradición intelectual bien definida y restringida (Durkheim, Weber, Freud, Malinowski). Pero a nadie se le ocurre buscar en otra parte, como en la filosofía, en la historia, derecho, literatura o en ciencias “más duras”, ideas analíticas.
Si el estudio antropológico de la religión está en un estado de estancamiento general, es difícil que pueda volver a ponerse en marcha con variaciones menores sobre temas teóricos clásicos. Pero un examen más minucioso de las cuestiones consideradas y expresadas en proposiciones bien establecidas, puede mostrar que los antropólogos están dedicados a demostrar lo indudable. Esta solemne manera de reproducir lo que realizaron los maestros aceptados se llama academicismo. Sólo si nos dirigimos a problemas suficientemente oscuros para que podamos para que podamos descubrir algo, podemos esperar llevar a cabo un trabajo que no sea una reedición de los grandes hombres del primer cuarto de este siglo, pero que esté a la altura de ellos. La forma de hacerlo es ampliando las tradiciones establecidas de la antropología social, como la discusión de Durkheim sobre la naturaleza de lo sagrado, la metodología de la Verstehen de Weber, el paralelo de Freud entre ritos personales y ritos colectivos y la indagación de Malinowski sobre la distinción entre religión y sentido común. Todos estos son puntos de partida inevitables de toda teoría antropológica útil sobre religión. Para ampliar el marco conceptual uno puede moverse en muchas direcciones. Aquí se tratará la dimensión cultural del análisis religioso. Cultura, denota un esquema históricamente transmitido de significaciones representadas en símbolos, un sistema de concepciones heredadas y expresadas en formas simbólicas por medios con los cuales los hombres se comunican, perpetúan y desarrollan su conocimiento y sus actitudes frente a la vida.
Tal es el cuadro inicial que nos pinta Geertz. El texto resume los aspectos esenciales de este trabajo del prestigioso antropólogo.
Si el estudio antropológico de la religión está en un estado de estancamiento general, es difícil que pueda volver a ponerse en marcha con variaciones menores sobre temas teóricos clásicos. Pero un examen más minucioso de las cuestiones consideradas y expresadas en proposiciones bien establecidas, puede mostrar que los antropólogos están dedicados a demostrar lo indudable. Esta solemne manera de reproducir lo que realizaron los maestros aceptados se llama academicismo. Sólo si nos dirigimos a problemas suficientemente oscuros para que podamos para que podamos descubrir algo, podemos esperar llevar a cabo un trabajo que no sea una reedición de los grandes hombres del primer cuarto de este siglo, pero que esté a la altura de ellos. La forma de hacerlo es ampliando las tradiciones establecidas de la antropología social, como la discusión de Durkheim sobre la naturaleza de lo sagrado, la metodología de la Verstehen de Weber, el paralelo de Freud entre ritos personales y ritos colectivos y la indagación de Malinowski sobre la distinción entre religión y sentido común. Todos estos son puntos de partida inevitables de toda teoría antropológica útil sobre religión. Para ampliar el marco conceptual uno puede moverse en muchas direcciones. Aquí se tratará la dimensión cultural del análisis religioso. Cultura, denota un esquema históricamente transmitido de significaciones representadas en símbolos, un sistema de concepciones heredadas y expresadas en formas simbólicas por medios con los cuales los hombres se comunican, perpetúan y desarrollan su conocimiento y sus actitudes frente a la vida.
Tal es el cuadro inicial que nos pinta Geertz. El texto resume los aspectos esenciales de este trabajo del prestigioso antropólogo.