El padre de Leo es sólo una sombra en una fotografía. No hay rostro. No hay recuerdos. ¿Por qué no llevaron consigo otra imagen al huir de la ciudad en guerra? «Mi papá fue un héroe», decía Leo cuando era pequeño, siguiendo el discurso familiar. Luego surgió la duda: ¿héroe o traidor? Cómo saberlo si los testigos están muertos. Quedan una canción de cuna que se vuelve una irónica marcha fúnebre bajo la mirada de Mahler, una playa solitaria, un libro de Pavese subrayado, un viejo y desencantado lutier, un hijo que envía fotos como si fueran claves. Queda el silencio de Leo que ya no encuentra palabras ni sonidos dentro de sí, que ha callado con la muerte de Nina, su madre. Los lápices y el papel pautado acumulan miradas y polvo mientras el compositor intenta averiguar a dónde se ha ido esa voz que le compelía a crear música. ¿Qué tanto le será revelado en una larga carta y en un violonchelo?
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