Las señas de identidad del condado de Castilla primero y reino después, empezaron a formarse en la segunda mitad del siglo IX. Surgida en los valles delimitados por los montes Obarenses, Castilla, quizá por su carácter fronterizo, ofreció una cierta singularidad por su situación geográfica, nutriéndose de hombres con raíces cántabras, godas y vasconas. La encrucijada de gentes, de caminos y de paisajes permitió al condado reivindicar sus particularidades frente a León, aunque, no obstante, manteniendo vínculos de subordinación.
Hay que hablar inicialmente de Vardulias (Bardulias), tierra de los várdulos (bárdulos), luego de Castella Vetula, los Castillos, Al Qila en árabe, y, finalmente, de Castilla, con un núcleo inicial que se extendió a lo largo de un territorio muy extenso. El obispo Alonso de Cartagena indicaba en 1434 que iba Desde Cartagena e regno de Murcia (…) fasta vizcaya e Gallisia (…) e desde el río que disen Ebro (…) fasta la villa que en fecho e en nombre se llama Finisterre. Asimismo, apuntaba que estaba constituido por diversas naciones: los castellanos e los gallegos e los vizcaínos, diversas naciones que usan de diversos lenguajes.
La marcha hacia la unidad se realizó desde y por Castilla. Por ser el reino con mayor pujanza demográfica y con mayores expectativas de desarrollo se convirtió en el eje del proceso de la formación del Estado nacional, que culminó con el advenimiento de los Reyes Católicos. Fue el centro del nuevo Estado, surgiendo Castilla con tal fuerza que ya desde esos momentos castellano y español fueron sinónimos.
Y así fue como, frente a la dividida y exhausta confederación catalano-aragonesa, Castilla asumió la tarea nacional de rehacer la unidad perdida y como además acogió como una parte más de sí misma las nuevas conquistas con la coartada religiosa de la cruzada, que más adelante heredó la monarquía hispánica.
La tarea no había resultado fácil. Alfonso III dividió entre tres de sus hijos la herencia: León (con los condados orientales de Castilla, Burgos y Alava) al primogénito; Galicia y Portugal (elevados a la condición de reino) a Ordoño y las Asturias a Fruela. Tras volver la reunificación que lleva a cabo su hijo Ordoño II, posteriormente, Fernando I unió a su título de rey de León los de de Castilla y Galicia. Sin embargo, a su muerte el gran reino de León se dividió en tres reinos nuevos –Castilla, León y Galicia-, que concederá a cada uno de sus hijos: Sancho, Alfonso y García, respectivamente. Pero con Castilla convertida en reino, que será otorgada al primogénito.
Hay que hablar inicialmente de Vardulias (Bardulias), tierra de los várdulos (bárdulos), luego de Castella Vetula, los Castillos, Al Qila en árabe, y, finalmente, de Castilla, con un núcleo inicial que se extendió a lo largo de un territorio muy extenso. El obispo Alonso de Cartagena indicaba en 1434 que iba Desde Cartagena e regno de Murcia (…) fasta vizcaya e Gallisia (…) e desde el río que disen Ebro (…) fasta la villa que en fecho e en nombre se llama Finisterre. Asimismo, apuntaba que estaba constituido por diversas naciones: los castellanos e los gallegos e los vizcaínos, diversas naciones que usan de diversos lenguajes.
La marcha hacia la unidad se realizó desde y por Castilla. Por ser el reino con mayor pujanza demográfica y con mayores expectativas de desarrollo se convirtió en el eje del proceso de la formación del Estado nacional, que culminó con el advenimiento de los Reyes Católicos. Fue el centro del nuevo Estado, surgiendo Castilla con tal fuerza que ya desde esos momentos castellano y español fueron sinónimos.
Y así fue como, frente a la dividida y exhausta confederación catalano-aragonesa, Castilla asumió la tarea nacional de rehacer la unidad perdida y como además acogió como una parte más de sí misma las nuevas conquistas con la coartada religiosa de la cruzada, que más adelante heredó la monarquía hispánica.
La tarea no había resultado fácil. Alfonso III dividió entre tres de sus hijos la herencia: León (con los condados orientales de Castilla, Burgos y Alava) al primogénito; Galicia y Portugal (elevados a la condición de reino) a Ordoño y las Asturias a Fruela. Tras volver la reunificación que lleva a cabo su hijo Ordoño II, posteriormente, Fernando I unió a su título de rey de León los de de Castilla y Galicia. Sin embargo, a su muerte el gran reino de León se dividió en tres reinos nuevos –Castilla, León y Galicia-, que concederá a cada uno de sus hijos: Sancho, Alfonso y García, respectivamente. Pero con Castilla convertida en reino, que será otorgada al primogénito.