El 14 de noviembre de 1975 se consumó una de las mayores vergüenzas históricas de la España contemporánea. El último Gobierno de Franco, traicionando la promesa que había hecho a los habitantes del territorio y el reiterado compromiso adquirido ante las Naciones Unidas, cedió la administración colonial del Sáhara occidental a Marruecos y Mauritania a partir del 27 de febrero de 1976, haciendo imposible con ello el ejercicio del derecho a la autodeterminación del pueblo saharaui.
Desde entonces el Sáhara sigue siendo el último territorio africano pendiente de descolonizar y el problema se ha enquistado convirtiéndose, primero, en una guerra entre Marruecos y los saharauis —Mauritania fue pronto derrotada por éstos— y luego en un problema endémico con negativas consecuencias para todas las partes implicadas: para Marruecos, a quien la comunidad internacional niega la legitimidad de su ocupación militar; para las Naciones Unidas, incapaces de resolver el entuerto; para España porque, lejos de haberse librado del mismo, el contencioso sigue envenenando las relaciones con su vecino meridional; y, por supuesto, para el pueblo saharaui, separado de su patria por un muro tan inhumano como lo fue el de Berlín y lo es el de Cisjordania, y obligado a un interminable y desesperanzado exilio.
El autor vivió como periodista y desde el propio Sáhara los momentos clave de aquellos hechos y relata lo ocurrido con la viveza del que ha sido testigo presencial, e incluso involuntario protagonista, de acontecimientos históricos.
Un testimonio de primera mano a cargo de alguien que estuvo allí y que, al cabo de 35 años, nos desvela, por vez primera, la auténtica realidad de lo que sucedió aquel otoño de 1975.
Desde entonces el Sáhara sigue siendo el último territorio africano pendiente de descolonizar y el problema se ha enquistado convirtiéndose, primero, en una guerra entre Marruecos y los saharauis —Mauritania fue pronto derrotada por éstos— y luego en un problema endémico con negativas consecuencias para todas las partes implicadas: para Marruecos, a quien la comunidad internacional niega la legitimidad de su ocupación militar; para las Naciones Unidas, incapaces de resolver el entuerto; para España porque, lejos de haberse librado del mismo, el contencioso sigue envenenando las relaciones con su vecino meridional; y, por supuesto, para el pueblo saharaui, separado de su patria por un muro tan inhumano como lo fue el de Berlín y lo es el de Cisjordania, y obligado a un interminable y desesperanzado exilio.
El autor vivió como periodista y desde el propio Sáhara los momentos clave de aquellos hechos y relata lo ocurrido con la viveza del que ha sido testigo presencial, e incluso involuntario protagonista, de acontecimientos históricos.
Un testimonio de primera mano a cargo de alguien que estuvo allí y que, al cabo de 35 años, nos desvela, por vez primera, la auténtica realidad de lo que sucedió aquel otoño de 1975.