DE LO QUE ACONTECIÑ ¿ UN SOBRINO POR NO ENCONTRAR ¿ TIEMPO ¿ SU TËO A punto que el sol transponêa en una nublada y lluviosa tarde de invierno, atravesaba la famosa puente Segoviana, en direcciïn al ya prïximo Madrid, un cuartago enorme que llevaba sobre su afilado lomo una silla de monstruosas dimensiones, y sobre la silla, un jinete en cuyo bulto sïlo se veêan un sombrero gacho de color gris, calado hasta las cejas, una capa parda rebozada hasta el sombrero, y dos robustas piernas cubiertas por unas botas de gamuza de su color, ademÞs del extremo de una larga espada, que asomaba al costado izquierdo bajo la plegadura de la capa. El caballo llevaba la cabeza baja y las orejas caêdas, y el jinete encorvado el cuerpo, como replegado en sê mismo, y la ancha ala del sombrero doblegada y empapada por la lluvia que venêa de travæs impulsada por un fuerte viento Norte. Afortunadamente para el amor propio del jinete, nadie habêa en el puente que pudiera reparar en la extraía catadura de su caballo, ni en su paso lento y trabajoso, ni en su acompasado cojear de la mano derecha: la lluvia y el frêo habêan alejado los vagos y los pillastres, concurrentes asiduos en otras ocasiones Þ los juegos de bolos y Þ las palestrillas de la Tela; las lavanderas habêan abandonado el rêo, que, dejando de ser por un momento el humilde y lloroso Manzanares de ordinario, arrastraba con estruendo las turbias olas de su crecida, y en razïn Þ la soledad, estaban cerradas las puertas de las tabernillas y figones situados Þ la entrada y Þ la salida del puente
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