...Aunque dicen los manuales que la Historia, como disciplina académica,
comienza en aquel momento en que nuestros antepasados inventaron
la escritura, éste argumento no tiene plena validez, si pretendemos levantar
la vista hacia el antiquísimo pasado del mundo táurico, ya que habiendo
sufrido tantas transformaciones, tantos cambios evolutivos, que
necesariamente hay que parcelarlo para poder abarcarlos. La evolución seguida por
ese fascinante mundo parte desde su relación con los dioses a través de las religiones,
para terminar formando parte de la más sobria y excitante cultura, con expresiones
artísticas vinculadas al nacimiento de una estética propia y dotada de preocupaciones
originariamente vinculadas a las cuestiones básicas de la existencia y del orden natural;
todo enmarcado en esta publicación en una narración lineal de todas esas transformaciones,
pero también incorporando algunos fenómenos transversales que las ponen en
relación y que permiten entender de forma global la evolución de la Fiesta Brava. Desde
esas perspectivas su estudio generalista es inmenso, y, el continuo desarrollo de todas
las disciplinas que giran en torno a la Tauromaquia, demuestra que queda mucho por
hacer y por conocer aún; de ahí que, ante tal cúmulo de información, mejor acepto no
continuar investigando indefinidamente y sacar a la luz este primer tomo de la serie,
que no es para los eruditos, y menos para los que escriben sobre los toros y su bravura
sobre la mesa de un cómodo despacho, pues se ha escrito para los aficionados.
Y así, lo mucho, detallado y cronológicamente que vendrá después es, por un
lado, parte de la Prehistoria de la Tauromaquia y, por el otro, la Historia evolutiva del arte
del toreo, cuyas disciplinas conforman un mundo realmente fascinante y único, y su
conocimiento forma parte de un paquete evolutivo y, por lo tanto, va acompañado
necesariamente con la que ha experimentado el toro –desde el uro primitivo hasta el
actual, que tan diferente es de hermano ancestral, tras tres siglos de implacable
selección-, los toreros en su indumentaria, el manejo del ganado, estilos de torear, las
más diversas invenciones táuricas, etc. Para don Fernando Claramunt López -que
orgullosamente cita su apellido materno, el mismo que en su vida pareció desconocer
el diestro Domingo Ortega, cuando el de su padre era López-, en su obra Historia del
arte del toreo, refiere que ese mundo tiene incontables instantes con duende, y cuya
publicación, aparecida en el 2003, está dedicada en los siguientes términos:
«Al hontanar de Torería que fluye a lo largo de la Historia de España y se recoge
en la Dinastía Bienvenida. Su proverbial arte y gracia, majeza popular, elegancia y
aristocracia espiritual se resumen hoy en la persona de Ángel Luis Bienvenida, cuya
vida guarde Dios muchos años para bien de la Fiesta.» Y reciba ahora, con todo respeto...
comienza en aquel momento en que nuestros antepasados inventaron
la escritura, éste argumento no tiene plena validez, si pretendemos levantar
la vista hacia el antiquísimo pasado del mundo táurico, ya que habiendo
sufrido tantas transformaciones, tantos cambios evolutivos, que
necesariamente hay que parcelarlo para poder abarcarlos. La evolución seguida por
ese fascinante mundo parte desde su relación con los dioses a través de las religiones,
para terminar formando parte de la más sobria y excitante cultura, con expresiones
artísticas vinculadas al nacimiento de una estética propia y dotada de preocupaciones
originariamente vinculadas a las cuestiones básicas de la existencia y del orden natural;
todo enmarcado en esta publicación en una narración lineal de todas esas transformaciones,
pero también incorporando algunos fenómenos transversales que las ponen en
relación y que permiten entender de forma global la evolución de la Fiesta Brava. Desde
esas perspectivas su estudio generalista es inmenso, y, el continuo desarrollo de todas
las disciplinas que giran en torno a la Tauromaquia, demuestra que queda mucho por
hacer y por conocer aún; de ahí que, ante tal cúmulo de información, mejor acepto no
continuar investigando indefinidamente y sacar a la luz este primer tomo de la serie,
que no es para los eruditos, y menos para los que escriben sobre los toros y su bravura
sobre la mesa de un cómodo despacho, pues se ha escrito para los aficionados.
Y así, lo mucho, detallado y cronológicamente que vendrá después es, por un
lado, parte de la Prehistoria de la Tauromaquia y, por el otro, la Historia evolutiva del arte
del toreo, cuyas disciplinas conforman un mundo realmente fascinante y único, y su
conocimiento forma parte de un paquete evolutivo y, por lo tanto, va acompañado
necesariamente con la que ha experimentado el toro –desde el uro primitivo hasta el
actual, que tan diferente es de hermano ancestral, tras tres siglos de implacable
selección-, los toreros en su indumentaria, el manejo del ganado, estilos de torear, las
más diversas invenciones táuricas, etc. Para don Fernando Claramunt López -que
orgullosamente cita su apellido materno, el mismo que en su vida pareció desconocer
el diestro Domingo Ortega, cuando el de su padre era López-, en su obra Historia del
arte del toreo, refiere que ese mundo tiene incontables instantes con duende, y cuya
publicación, aparecida en el 2003, está dedicada en los siguientes términos:
«Al hontanar de Torería que fluye a lo largo de la Historia de España y se recoge
en la Dinastía Bienvenida. Su proverbial arte y gracia, majeza popular, elegancia y
aristocracia espiritual se resumen hoy en la persona de Ángel Luis Bienvenida, cuya
vida guarde Dios muchos años para bien de la Fiesta.» Y reciba ahora, con todo respeto...