INTRODUCCIÓN
Pedro Hernández Díaz Leal, originario del pequeño poblado de Santa María de Berrocal en Ávila, España, dedicado a la cría de ovejas, se aventuró a trabajar en Panamá cuando los franceses iniciaron la construcción de un canal a finales del siglo XIX. Vuelve a España cuando estos fracasan para posteriormente viajar y luchar contra las fuerzas independistas en Cuba hasta la victoria estadounidense. Regresa a España y vuelve a Panamá, el 21 de octubre de 1907, para la construcción del canal por los estadounidenses. Su esposa Rosa García Crespo y sus dos hijos, Julio y Genaro, se le unen en enero de 1909. Nueve meses después nace su hijo Pedro. Tanto Pedro padre, como sus tres hijos, dos nietos y tres biznietos trabajarían en el Canal de Panamá.
En 1910, el hijo mayor de Pedro Hernández, Julio, inicia labores como Water Boy (aguatero) o sea niño repartidor de agua para los trabajadores en el Corte Culebra. Durante su tiempo libre, junto a su padre y hermano, cazan y pescan para contribuir al sustento familiar. En marzo de 1911, con apenas 15 años de edad aunque en realidad tenía 17, empieza a trabajar oficialmente en la Nómina de Plata de la Comisión del Canal Ístmico (ICC por sus siglas en inglés). A partir de 1918, es admitido en la Nómina de Oro, convirtiéndose en uno de los pocos extranjeros en la misma.
Los Hernández viven originalmente en los campamentos cercanos al Corte Culebra. En 1914 se mudan al edificio 1008 del sector español de La Boca, poblado mayormente ocupado por emigrantes afroantillanos. Julio labora en el Canal por 43 años y es invitado, en 1954, a la inauguración del monumento a Goethals en honor a los constructores del Canal. Su hija Carmen estudia en la Zona del Canal, Argentina y España. Se casa con Juan Massot y trabaja en la compañía del Canal de Panamá de 1950 a 1959. Interrumpe su carrera para dedicarse a sus cuatro hijos y se reintegra en 1972 ocupando varias posiciones hasta alcanzar el cargo de escrutadora de reclamos y jubilarse a finales de 1987. Sus hijos, Jordi y Jaime, siguen la tradición canalera. Jordi se desempeña como jefe ingeniero de remolcadores de la División de Dragado desde 1977 hasta su repentina muerte en 1991 y Jaime en diversos puestos de 1980 a la fecha.
El legado de la familia Hernández-Massot comprende cuatro generaciones y más de 150 años de trabajar en todas las compañías del Canal. Aquí narramos parte de esta historia.
EPÍLOGO
¿Qué diferencia existe entre la trayectoria laboral de la familia Hernández y la de otras que vinieron a trabajar en el Canal de Panamá con la esperanza de tener un mejor porvenir? Pues no mucha. Cada trabajador tuvo su propia historia y muchas de estas han sido tan extraordinarias e increíbles como la redactada en este libro pero, lo más seguro, la gran mayoría no se trasmitieron de una generación a otra o no existen los documentos correspondientes. Pedro Hernández Díaz Leal, con quien se inició esta aventura, cambió su vida al pasar de ser un tranquilo agricultor con una pequeña cría de ovejas en un apacible pueblo de España, Santa María de Berrocal, al viajar hasta un sitio llamado Panamá para construir un Canal a través del istmo cuyo costo aproximado fue de 375 millones de dólares en 1914. Hoy, igual que hace más de un siglo, otra generación de panameños, españoles y de otras nacionalidades trabaja en la ampliación de la vía acuática cuya culminación, igualmente, ha sido pospuesta en varias ocasiones y que tendrá un costo superior a los 5.25 mil millones de dólares presupuestados.
Pedro Hernández Díaz Leal, originario del pequeño poblado de Santa María de Berrocal en Ávila, España, dedicado a la cría de ovejas, se aventuró a trabajar en Panamá cuando los franceses iniciaron la construcción de un canal a finales del siglo XIX. Vuelve a España cuando estos fracasan para posteriormente viajar y luchar contra las fuerzas independistas en Cuba hasta la victoria estadounidense. Regresa a España y vuelve a Panamá, el 21 de octubre de 1907, para la construcción del canal por los estadounidenses. Su esposa Rosa García Crespo y sus dos hijos, Julio y Genaro, se le unen en enero de 1909. Nueve meses después nace su hijo Pedro. Tanto Pedro padre, como sus tres hijos, dos nietos y tres biznietos trabajarían en el Canal de Panamá.
En 1910, el hijo mayor de Pedro Hernández, Julio, inicia labores como Water Boy (aguatero) o sea niño repartidor de agua para los trabajadores en el Corte Culebra. Durante su tiempo libre, junto a su padre y hermano, cazan y pescan para contribuir al sustento familiar. En marzo de 1911, con apenas 15 años de edad aunque en realidad tenía 17, empieza a trabajar oficialmente en la Nómina de Plata de la Comisión del Canal Ístmico (ICC por sus siglas en inglés). A partir de 1918, es admitido en la Nómina de Oro, convirtiéndose en uno de los pocos extranjeros en la misma.
Los Hernández viven originalmente en los campamentos cercanos al Corte Culebra. En 1914 se mudan al edificio 1008 del sector español de La Boca, poblado mayormente ocupado por emigrantes afroantillanos. Julio labora en el Canal por 43 años y es invitado, en 1954, a la inauguración del monumento a Goethals en honor a los constructores del Canal. Su hija Carmen estudia en la Zona del Canal, Argentina y España. Se casa con Juan Massot y trabaja en la compañía del Canal de Panamá de 1950 a 1959. Interrumpe su carrera para dedicarse a sus cuatro hijos y se reintegra en 1972 ocupando varias posiciones hasta alcanzar el cargo de escrutadora de reclamos y jubilarse a finales de 1987. Sus hijos, Jordi y Jaime, siguen la tradición canalera. Jordi se desempeña como jefe ingeniero de remolcadores de la División de Dragado desde 1977 hasta su repentina muerte en 1991 y Jaime en diversos puestos de 1980 a la fecha.
El legado de la familia Hernández-Massot comprende cuatro generaciones y más de 150 años de trabajar en todas las compañías del Canal. Aquí narramos parte de esta historia.
EPÍLOGO
¿Qué diferencia existe entre la trayectoria laboral de la familia Hernández y la de otras que vinieron a trabajar en el Canal de Panamá con la esperanza de tener un mejor porvenir? Pues no mucha. Cada trabajador tuvo su propia historia y muchas de estas han sido tan extraordinarias e increíbles como la redactada en este libro pero, lo más seguro, la gran mayoría no se trasmitieron de una generación a otra o no existen los documentos correspondientes. Pedro Hernández Díaz Leal, con quien se inició esta aventura, cambió su vida al pasar de ser un tranquilo agricultor con una pequeña cría de ovejas en un apacible pueblo de España, Santa María de Berrocal, al viajar hasta un sitio llamado Panamá para construir un Canal a través del istmo cuyo costo aproximado fue de 375 millones de dólares en 1914. Hoy, igual que hace más de un siglo, otra generación de panameños, españoles y de otras nacionalidades trabaja en la ampliación de la vía acuática cuya culminación, igualmente, ha sido pospuesta en varias ocasiones y que tendrá un costo superior a los 5.25 mil millones de dólares presupuestados.