Al cabo de dos siglos y medio de dominacion se resolviï la Corte de Madrid Þ colonizar nuestras inmensas costas del sud: sus miras se dirijieron primeramente Þ las bahias de San Josæ y de San Julian, concentrÞndose por öltimo en el Rio Negro, que se considerï mas Þ propïsito para recibir una poblacion. Los aprestos se hicieron en Montevideo, y el virey Vertiz, que gobernaba estas provincias, acordï con un carpintero los auxilios que debian darse Þ D. Juan de la Piedra, nombrado Comisario y Superintendente de los nuevos establecimientos patagïnicos. La expedicion zarpï el 15 de Diciembre de 1778, con cuatro buques, y en tan mal estado, que el mayor de ellos hacia 40 pulgadas de agua por hora al salir del puerto; asi es que emplearon cinco dias para desembocar al Ocæano. Con tan infÞustos auspicios se emprendiï la grande obra de la colonizacion de Patagïnia! Ni se variaron despues. Antes de llegar Þ la Bahia sin Fondo, donde debia recalar la expedicion, estallï la discordia entre el Superintendente y D. Francisco de Viedma, que desde entonces aspiraba Þ suplantarle: en una correspondencia secreta que este öltimo mantenia con el Virey, le indujo Þ desaprobar el primer establecimiento que, segun las instrucciones, Piedra habia fundado en la penênsula de San Josæ; y con igual injusticia se residenciï Þ Villarino que habia vuelto Þ Buenos Aires Þ dar cuenta de sus reconocimientos. Se le acusï de infidencia, sin mas fundamento que el haber sabido que el esclavo de un platero, ocupado en sacar en limpio los borradores del piloto, los habia mostrado Þ D. Josæ Custodio Sß y Farias, brigadier portugues, que solicitaba entrar al servicio de Espaía. Sin embargo, el viage que en 1779 Villarino emprendiï al Colorado fuæ clasificado de descubrimiento, porque realmente nadie hasta entonces habia visitado aquel rio: su situacion retirada, en el fondo de una bahia toda sembrada de bancos y escollos, lo habia sustraido de las observaciones de los navegantes, que, despues de haber reconocido el Cabo San Antonio, se apartaban de la costa para no empeíarse inutilmente en una penosa travesêa
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