Escribir sobre Prehistoria e Historia Antigua no es nada fácil para un profano en la materia como yo, cuyos campos de conocimiento son bien distintos a este. Pero tenía ganas de dedicar un libro al municipio de Salas (y, en concreto, al pueblo donde viví parte de mi juventud y donde se asentó mi familia, La Espina) y qué mejor materia que tratar de sacar a la luz una vez más esos retazos de historia que tenemos tan cerca de nosotros, de los que siempre hablamos pero que, en el fondo, tenemos algo olvidados. Tal es el caso de los megalitos que se hallan diseminados por diversos promontorios de este bello municipio (sin despreciar los castros, aún vírgenes, de Peñachana y Peña Culladón), así como el achelense de la zona de Casa el Cándano, la turbera de La Molina (conocido embalse), las antiguas o canales romanos, las zonas de almacenamiento de agua, las bocaminas y otros puntos de laboreo, que se impulsaron tras finalizar la conquista del territorio indígena astur, una vez dada por finalizada la invasión por Roma (19 a.C.), aunque su apogeo sería paulatino, con un punto álgido de producción en los siglos I y II d.C.
También influyó en ello el hecho de que, en 1970, ya tuviese el privilegio de tomar contacto con una parte de ese acervo cultural, cuando (bien acompañado por José Antonio Blanco) recorrí el trayecto Muelles-Ortosa (por las antiguas), con objeto de realizar un reportaje para el desaparecido periódico La Voz de Asturias (y ahora parece que felizmente recuperado, por lo menos en su versión digital)
Este es, por tanto, un trabajo meramente divulgativo, que pretende, sin ir más lejos, dejar de manifiesto este gran patrimonio histórico que tenemos al alcance de la mano (y del que, afortunadamente, algunas instituciones ya se están encargando), pues, como decía Cicerón, la Historia es testigo de los tiempos, luz de la verdad, vida de la memoria, maestra de la vida y una prueba de la Antigüedad...
Y, si me permiten, un apunte personal. Sería bonito aprovechar de alguna forma tales reminiscencias del pasado, en esta línea de difundir esta importante parte del legado histórico de Salas. Y una buena manera sería con la promoción de una ruta que pasase por esos tan emblemáticos lugares. Por ejemplo, desde Salas al gran dolmen de La Cobertoria, bajando por el Pico de los Gallos a La Espina y a la zona del achelense, ya en el límite con La Pereda, para continuar a Las Muelles, al megalito de Penausén, al alto de Calabazos (donde está el punto desde el que son visibles siete concejos), ver las antiguas (caminando por algunos de sus tramos en mejor estado), para llegar a la bocamina de La Ortosa, Cueva de los Gentiles, pozo Cellericos (o Fulleiricos), monte de La Cantera (el volcán), la gran depresión de Sobaciella, Godán y Salas.
Solo decir que este laborioso trabajo (cuyo estudio de campo y de consulta de fuentes duró varios meses) fue hecho sin ninguna intención de arrogarse méritos o pretensiones de conocimientos históricos. Como se dijo al principio, ha sido llevado a cabo por un escritor (yo, en este caso) con ya una serie de libros a sus espaldas, pero profano en Prehistoria e Historia Antigua. No obstante ello, se abordó el proyecto con un doble motivo: extrapolar estas riquezas culturales de la zona al mayor número de personas posibles y escribir sobre temas relacionadas con la tierra. Para entrar en materia, no quedaba otra solución que acudir a las fuentes escritas (con las oportunas citas) y orales. Mi agradecimiento para todos los eruditos que apoyaron el proyecto, sobre todo el eminente catedrático (natural de La Espina y una enamorado de la Historia en general), Joaquín Lorences. Así como a todos los arqueólogos e historiadores prehistóricos y antiguos, que, sin traba alguna, dieron su visto bueno para que su material de trabajo e investigación fuese usado sin cortapisa alguna.
También influyó en ello el hecho de que, en 1970, ya tuviese el privilegio de tomar contacto con una parte de ese acervo cultural, cuando (bien acompañado por José Antonio Blanco) recorrí el trayecto Muelles-Ortosa (por las antiguas), con objeto de realizar un reportaje para el desaparecido periódico La Voz de Asturias (y ahora parece que felizmente recuperado, por lo menos en su versión digital)
Este es, por tanto, un trabajo meramente divulgativo, que pretende, sin ir más lejos, dejar de manifiesto este gran patrimonio histórico que tenemos al alcance de la mano (y del que, afortunadamente, algunas instituciones ya se están encargando), pues, como decía Cicerón, la Historia es testigo de los tiempos, luz de la verdad, vida de la memoria, maestra de la vida y una prueba de la Antigüedad...
Y, si me permiten, un apunte personal. Sería bonito aprovechar de alguna forma tales reminiscencias del pasado, en esta línea de difundir esta importante parte del legado histórico de Salas. Y una buena manera sería con la promoción de una ruta que pasase por esos tan emblemáticos lugares. Por ejemplo, desde Salas al gran dolmen de La Cobertoria, bajando por el Pico de los Gallos a La Espina y a la zona del achelense, ya en el límite con La Pereda, para continuar a Las Muelles, al megalito de Penausén, al alto de Calabazos (donde está el punto desde el que son visibles siete concejos), ver las antiguas (caminando por algunos de sus tramos en mejor estado), para llegar a la bocamina de La Ortosa, Cueva de los Gentiles, pozo Cellericos (o Fulleiricos), monte de La Cantera (el volcán), la gran depresión de Sobaciella, Godán y Salas.
Solo decir que este laborioso trabajo (cuyo estudio de campo y de consulta de fuentes duró varios meses) fue hecho sin ninguna intención de arrogarse méritos o pretensiones de conocimientos históricos. Como se dijo al principio, ha sido llevado a cabo por un escritor (yo, en este caso) con ya una serie de libros a sus espaldas, pero profano en Prehistoria e Historia Antigua. No obstante ello, se abordó el proyecto con un doble motivo: extrapolar estas riquezas culturales de la zona al mayor número de personas posibles y escribir sobre temas relacionadas con la tierra. Para entrar en materia, no quedaba otra solución que acudir a las fuentes escritas (con las oportunas citas) y orales. Mi agradecimiento para todos los eruditos que apoyaron el proyecto, sobre todo el eminente catedrático (natural de La Espina y una enamorado de la Historia en general), Joaquín Lorences. Así como a todos los arqueólogos e historiadores prehistóricos y antiguos, que, sin traba alguna, dieron su visto bueno para que su material de trabajo e investigación fuese usado sin cortapisa alguna.