De repente la breve crisis de 1921 quedó atrás. A partir de 1922 todos tenían dinero, prosperaban, el futuro se presentaba maravilloso para los estadounidenses. Esa ola de crecimiento alcanzó Europa en 1924, la época difícil, la guerra y el sufrimiento, parecían pertenecer al pasado.
Se impone una ciega confianza en el sistema capitalista. Los Estados Unidos se convierten en el motor de la economía mundial, el estilo de vida americano se exporta para todo el occidente: el jazz, la moda, el cine sonoro, los productos industriales, el teléfono, los electrodomésticos, el automóvil y los inventos que surgen a cada día, seducen a las masas europeas y asiáticas. La Ley Seca se vuelve anacrónica, ultrapasada, símbolo del pasado de sacrificios y penurias. Todos desean festejar y beber, alimentando el contrabando. Surgen los hampones y el crimen organizado, de inmediato romantizados por el cine y la literatura. Incluso Alemania parece vivir un periodo de esplendor artístico y cultural, con sus cabarés y casas de espectáculos.
Detrás de ese milagro económico mundial acecha un organismo económico que ensaya sus primeros pasos, aún desconociendo sus enormes poderes en la práctica: el FED, el Federal Reserve estadounidense, en manos particulares desde su creación en 1913. La guerra les rindió enormes lucros y beneficios, y su intervención probablemente redujo los efectos de la crisis de 1921. En ese año decidieron dar sus primeros pasos, hacia su objetivo máximo, el control de la economía mundial, incrementando el suministro de dinero de forma intensiva, alimentando el consumo, concediendo enormes préstamos al público y a los bancos. Se crearon mecanismos que facilitaron el crédito. Ese dinero fácil y barato favoreció el surgimiento de gran número de bancos, cuya principal fuente de renda era la bolsa de valores. No existía control estatal, el FED tenía completa libertad de acción, y la consecuencia fue una explosión de consumo jamás vista. La América opulenta se reveló a los ojos de todo el mundo como el paradigma de las libertades, de las posibilidades de enriquecimiento y el bienestar. Los valores que la impulsaban eran los del éxito, la iniciativa y el esfuerzo individual.
El grupo de banqueros internacionales judíos, dueños del FED, habían logrado dictar la política financiera mundial por primera vez, y el mundo, alucinado por los Locos Años Veinte, corría desenfrenado y optimista hacia la cima de la montaña, donde cintilaba un número… 1929.
Se impone una ciega confianza en el sistema capitalista. Los Estados Unidos se convierten en el motor de la economía mundial, el estilo de vida americano se exporta para todo el occidente: el jazz, la moda, el cine sonoro, los productos industriales, el teléfono, los electrodomésticos, el automóvil y los inventos que surgen a cada día, seducen a las masas europeas y asiáticas. La Ley Seca se vuelve anacrónica, ultrapasada, símbolo del pasado de sacrificios y penurias. Todos desean festejar y beber, alimentando el contrabando. Surgen los hampones y el crimen organizado, de inmediato romantizados por el cine y la literatura. Incluso Alemania parece vivir un periodo de esplendor artístico y cultural, con sus cabarés y casas de espectáculos.
Detrás de ese milagro económico mundial acecha un organismo económico que ensaya sus primeros pasos, aún desconociendo sus enormes poderes en la práctica: el FED, el Federal Reserve estadounidense, en manos particulares desde su creación en 1913. La guerra les rindió enormes lucros y beneficios, y su intervención probablemente redujo los efectos de la crisis de 1921. En ese año decidieron dar sus primeros pasos, hacia su objetivo máximo, el control de la economía mundial, incrementando el suministro de dinero de forma intensiva, alimentando el consumo, concediendo enormes préstamos al público y a los bancos. Se crearon mecanismos que facilitaron el crédito. Ese dinero fácil y barato favoreció el surgimiento de gran número de bancos, cuya principal fuente de renda era la bolsa de valores. No existía control estatal, el FED tenía completa libertad de acción, y la consecuencia fue una explosión de consumo jamás vista. La América opulenta se reveló a los ojos de todo el mundo como el paradigma de las libertades, de las posibilidades de enriquecimiento y el bienestar. Los valores que la impulsaban eran los del éxito, la iniciativa y el esfuerzo individual.
El grupo de banqueros internacionales judíos, dueños del FED, habían logrado dictar la política financiera mundial por primera vez, y el mundo, alucinado por los Locos Años Veinte, corría desenfrenado y optimista hacia la cima de la montaña, donde cintilaba un número… 1929.