KHUFU

Khufú, hijo del faraón Snefru, el mayor constructor de pirámides del Imperio Antiguo, reinó en Egipto con la cuarta dinastía hacia el 2550 a. C., y su rico legado, la Gran Pirámide, denominada de Keops, nos asombra todavía por su majestuosidad y grandeza, y por su misteriosa técnica de construcción. Más de 2,5 millones de enormes bloques de piedra caliza y de granito dignifican y realzan una obra, que hasta hoy, en la actualidad, sería muy difícil de reproducir en su escala correcta, 230m X 4 y 146m de altura. El libro intenta resolver las pautas de diseño que emplearon los arquitectos e ingenieros de esta remota época de la Humanidad de hace más de 5000 años. En ello entra tanto su orientación y significación astronómica exacta, como su posición geográfica, que fue escogida muy cuidadosamente para su futuro lugar de ubicación y emplazamiento, en el mismo vértice del Delta del Nilo, y justo en el borde mismo de la Meseta de Gizeh, haciendo honor a su nombre, ya que Giza significaba “borde”, siendo así la Gran Pirámide del Borde, realmente. El autor con una labor ininterrumpida desde finales de los años 80, completa sus estudios de licenciado y 4 másteres, como geográfo e historiador y arqueólogo, a la par que recopila información sobre la gran obra y su significado oculto. Ya, a finales del siglo XX, y comienzos del siglo XXI, se comunica y logra introducir en el ámbito selecto de los mejores especialistas sobre la Gran Pirámide, que daban entonces su opinión sobre el hallazgo de unas puertitas en los canales de aire interiores de las estancias principales, las Cámaras del Rey y la Reina, y a la que el autor unió su propia hipótesis, la de ocultar geométricamente, dichas puertas descubiertas, una cámara por encima de la Cámara del Rey y en el mismo centro del eje vertical de la construcción. El autor desarrolló a partir de aquí una investigación que le desbordó como historiador de la ciencia antigua. Vió una conexión geométrica y matemática, e incluso física, de esta obra con un enigmático número, que ha permanecido en la oscuridad científica, como un tabú indescifrable de los tiempos modernos, el número de oro, Fi, de la sección áurea, todavía denominado como la “Divina Proporción”. Fue utilizado por grandes artistas como Leonardo da Vinci o Alberto Durero, y se encuentra inscrito y determinable con exactitud en algunos patrones de la Naturaleza, como es el caso de las conchas de ciertos moluscos, destacando la del Nautilus Pompilius o Emperador con una bonita forma en espiral logarítmica. El autor acepta el reto de resolver dicha conexión del misterioso número mágico con la construcción de la Gran Pirámide, para volverse a sorprender ante una nueva relación de ambos conceptos con un valor físico, el de la velocidad de la luz en el vacío, que según parece los constructores imprimieron disimuladamente en la obra, y termina descubriendo la trama científica oculta, y que como un explorador de la ciencia antigua se atreve a publicar con todo lujo de detalles técnicos sobre dicho conocimiento físico y matemático. Por ello, ve conexiones con conceptos complejos como el de la gravedad de Newton o el de las leyes cósmicas de Kepler, para terminar realizando un auténtico estudio de demostración de las directrices geométricas que imperan en el Rectángulo Aureo, contenedor éste de Fi y de la “Spira Mirabilis”, áurea o logarítmica. Es a través de dicha investigación como vislumbra una nueva aproximación teórica, pero también geométrica, acerca de un antiguo enigma de la ciencia, el de la cuadratura del círculo. Pronostica una conexión directa entre dicha cuestión y el enigma de Fi, o número de oro, y halla su relación exacta con la Gran Pirámide a través de su ángulo de inclinación, determinado éste por el valor de Pi, 22/7, o Pi de Arquímedes. Estructura unos estudios geométricos por los cuales halla la demostración de dichos misterios, y amplía finalmente el conocimiento geográfico del planeta Tierra determinado por la Gran Pirámide.