Los niños pueden llevar su mente a cualquier lugar, donde una historia los quiera llevar, ellos pueden ver colores, imagenes, pueden sentir que están allí dentro del cuento. Para ellos es esta historia, ficción con realidad, para que imaginen una maestra cariñosa y dispuesta a quedar en el corazón de ellos con las dotes maravillosas del amor de una maestra para sus alumnos.
Los niños, sean cuales sea su descendencia y sus raíces pueden sentir admiración y amor por sus maestras, y las maestras pueden hacer una diferencia positiva en la vida de sus alumnos.
Estudios científicos han demostardo que la edad preescolar es determinante en la vida de un niño, de niños que han podido tener una maestra capacitada en su trabajo de maestra, se han logrado estudiantes maravillosos y hombres con grandes logros en su vida de adulto.
En honor a esas maestras, es este cuento.
La mente viaja mucho más rápido que los hechos, mi mente nunca imagino sin embargo, que algún día, algún día de los días de mi vida yo estuviese allí, en tierras extranjeras, de frente con la Historia de miles de años atrás, historia que yo conocía por los libros, las películas fantásticas de los Nativos americanos y ahora esa historia estaba aquí, frente a mí, y yo me adentraba en ella, admirada de haber pisado el suelo americano, que además eran de donde venían mis ancestros, pues mi bisabuelo era norteamericano que había viajado a mi país cuando la guerra de independencia de 1900, y en ésta, su tierra, yo había llegado hasta sus entrañas y su fauna, y para mí la historia se había realizado en una verdad palpable, ser la maestra de los niños nativos-americanos, yo, hispana, y que además jamás imaginé vivir esta historia.
Pero puedo decirles que ha sido una experiencia muy fuerte y que además ha dejado en mí un gran sentimiento por las madres nativas, por su amor infinito no sólo por sus propios hijos, sino por todos los niños de su Tribu, como si todos fueses una misma cosa, una misma sangre, y en verdad eso son, una gran familia.
Para esos que pueden sentir que el aroma salvaje de las plantas entra en sus pulmones, que los pájaros vuelan libres en busca del cielo, que los insectos y las moscas revoletean felices alrededor nuestro como una mezcla maravillosa de que somos como ellos naturaleza.
Lo he escrito para aquellos que puedan imaginar como yo todo el amor y la dulzura en el pelo cano de mi maestra, toda la inocencia en las manitas pequeñas tratando de coger su biberón.
Para aquellos que se huelen y huelen bien, pues huelen a amor, para aquellos que se miran y ven colores. Para los niños...
Los niños, sean cuales sea su descendencia y sus raíces pueden sentir admiración y amor por sus maestras, y las maestras pueden hacer una diferencia positiva en la vida de sus alumnos.
Estudios científicos han demostardo que la edad preescolar es determinante en la vida de un niño, de niños que han podido tener una maestra capacitada en su trabajo de maestra, se han logrado estudiantes maravillosos y hombres con grandes logros en su vida de adulto.
En honor a esas maestras, es este cuento.
La mente viaja mucho más rápido que los hechos, mi mente nunca imagino sin embargo, que algún día, algún día de los días de mi vida yo estuviese allí, en tierras extranjeras, de frente con la Historia de miles de años atrás, historia que yo conocía por los libros, las películas fantásticas de los Nativos americanos y ahora esa historia estaba aquí, frente a mí, y yo me adentraba en ella, admirada de haber pisado el suelo americano, que además eran de donde venían mis ancestros, pues mi bisabuelo era norteamericano que había viajado a mi país cuando la guerra de independencia de 1900, y en ésta, su tierra, yo había llegado hasta sus entrañas y su fauna, y para mí la historia se había realizado en una verdad palpable, ser la maestra de los niños nativos-americanos, yo, hispana, y que además jamás imaginé vivir esta historia.
Pero puedo decirles que ha sido una experiencia muy fuerte y que además ha dejado en mí un gran sentimiento por las madres nativas, por su amor infinito no sólo por sus propios hijos, sino por todos los niños de su Tribu, como si todos fueses una misma cosa, una misma sangre, y en verdad eso son, una gran familia.
Para esos que pueden sentir que el aroma salvaje de las plantas entra en sus pulmones, que los pájaros vuelan libres en busca del cielo, que los insectos y las moscas revoletean felices alrededor nuestro como una mezcla maravillosa de que somos como ellos naturaleza.
Lo he escrito para aquellos que puedan imaginar como yo todo el amor y la dulzura en el pelo cano de mi maestra, toda la inocencia en las manitas pequeñas tratando de coger su biberón.
Para aquellos que se huelen y huelen bien, pues huelen a amor, para aquellos que se miran y ven colores. Para los niños...