La imagen ha adquirido una importancia creciente gracias a los procesos de reproducción múltiple, los medios de comunicación y las tecnologías de información y comunicación; podríamos decir que al mundo actual lo conocemos, en gran medida, por medio de objetos icónicos. Este escenario ha favorecido un interés creciente por la imagen desde las más variadas disciplinas, no sólo desde aquella que tradicionalmente se ocupaba de la misma: la historia del arte.
Después de los trabajos de Hans Belting y Arthur Danto, quienes estudiaron los objetos sociales antes reconocidos como arte, pero que se deslindaron del modelo renacentista de ese concepto, la historia del arte se ha abierto a objetos que antes no eran considerados artísticos. Coincidentemente, la fuerza que tiene ahora la imagen como elemento clave del proceso económico (a través del negocio del espectáculo o del mercadeo publicitario) ha promovido que ahora se hable de una “nueva historia del arte” o de una “historia de la imagen” o, con mayor precisión, de una nueva “cultura de la imagen” o “cultura visual”.
Después de los trabajos de Hans Belting y Arthur Danto, quienes estudiaron los objetos sociales antes reconocidos como arte, pero que se deslindaron del modelo renacentista de ese concepto, la historia del arte se ha abierto a objetos que antes no eran considerados artísticos. Coincidentemente, la fuerza que tiene ahora la imagen como elemento clave del proceso económico (a través del negocio del espectáculo o del mercadeo publicitario) ha promovido que ahora se hable de una “nueva historia del arte” o de una “historia de la imagen” o, con mayor precisión, de una nueva “cultura de la imagen” o “cultura visual”.