Al autor de estas páginas, Docente y Director de escuelas de niveles Inicial, Primario, Media y Superior en zonas urbanas y rurales, la escuela lo tiene podrido. Lo tiene podrido con su repetición, insistencia y doble discurso; la ignorancia del docente y del padre que cree que todo lo sabe; los fotógrafos escolares, la pandilla de los transportistas… La eterna y estéril discusión entre la escuela privada y la escuela estatal. La escuela lo tiene podrido porque la obligan a ser la panacea para todo problema y la solución para todas las crisis. Lo tiene podrido el discurso de la escuela vocacional, el sacerdocio de la docencia, la entrega total al niño y al aula… Porque la escuela no hace bien, hace daño: reprime, doblega, calla, obliga, enferma, obstaculiza, hace esfumar los sueños, mata la creatividad y la curiosidad… de todos: alumnos, docentes y familias. Por eso la escuela lo tiene podrido no sólo a él, sino también a los niños, a los docentes, a los padres, a las autoridades, a los dueños…
Y lo que más lo tiene podrido es que sigue trabajando en la escuela y creyendo que todavía es el mejor lugar para los niños. Por ello el autor trata de explicar en este ensayo que la escuela es un infierno que se puede transformar en paraíso con sólo descubrir nuestras miserias escondidas y un paraíso deviniendo en infierno, si las ocultamos.
Y lo que más lo tiene podrido es que sigue trabajando en la escuela y creyendo que todavía es el mejor lugar para los niños. Por ello el autor trata de explicar en este ensayo que la escuela es un infierno que se puede transformar en paraíso con sólo descubrir nuestras miserias escondidas y un paraíso deviniendo en infierno, si las ocultamos.