Vanessa vive en un mundo donde la magia define el estatus social de las personas. Su magia, considerada “inútil”, siempre ha arruinado su vida social en la escuela. Sin embargo, el primer día del segundo año de secundaria, cometió una torpeza que nunca imaginó que cambiaría su vida para bien, o por lo menos, así ella lo creé.
¿Podrá tener algún día la vida social ordinaria qué tanto desea?
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La primera página:
7:30 AM, 4 de septiembre
A las 7:30 AM, comenzó a resonar lo que pensé que jamás volvería a molestarme. Otra vez la inevitable rutina que tanto detesto, regresaba a mí para sacarme a patadas de mis gloriosos sueños.
—¡Te detesto! —Golpeé el reloj alarma de la mesita de noche. El golpe fue tan violento que se le quebró la cubierta de cristal de la pantalla y el número siete se esfumó de ella.
Debería controlar mi ira hacia los aparatos... No me llevo bien con ellos y mucho menos con los que interrumpen momentos importantes de mi vida. Una vez tenía una computadora de escritorio y el monitor siempre tenía la imprudencia de apagarse en los momentos más emocionantes de las series que veía por Internet. Un día no lo toleré más y lo arrojé por la ventana del segundo piso, pero como no fue suficiente para destruirlo, agarré una escoba y bajé a descargarle toda mi furia.
—Por qué tengo que recordar ese vil monitor cada que vez que rompo algo... —Removí la pesada sábana y llevé mis pies afuera de la cama para levantarme. Desde que toqué la fría madera del suelo, recordé algo y me puse de pie rápidamente. —¡Hoy es el primer día del segundo año de secundaria! —Por eso fue que la alarma me despertó. Qué torpe soy.
Mi nombre es Vanessa. Soy una chica de 16 años de edad con cabello rosado y ojos verdes que disfruta a plenitud de su adolescencia... ya no sigo... acabo de recordar que no tengo amigos.
—¡Ay, qué piso más frío! —Me agaché para entrar una mano debajo de la cama y sacar mis amadas pantuflas rosadas con diseños de corazones. Entré los pies en ellas y sentí como ese insoportable frío desapareció de mi piel.
—Otro año más de clases... —Mi pequeña habitación es muy acogedora. En esta casa tenemos otras más grandes, pero prefiero tener todo al alcance e ir tirando lo que ya no necesite. En la mesita de noche, donde está la pobre alarma, tengo una lámpara con una bombilla rosada que vino con un molde rotatorio de estrellas y corazones. La encendía por las noches para dormir acompañada de todas esas siluetas que danzaban por las paredes. Sin embargo, comenzó a causarme insomnio y desde ese momento, se convirtió en mi peor enemiga.
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¿Podrá tener algún día la vida social ordinaria qué tanto desea?
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La primera página:
7:30 AM, 4 de septiembre
A las 7:30 AM, comenzó a resonar lo que pensé que jamás volvería a molestarme. Otra vez la inevitable rutina que tanto detesto, regresaba a mí para sacarme a patadas de mis gloriosos sueños.
—¡Te detesto! —Golpeé el reloj alarma de la mesita de noche. El golpe fue tan violento que se le quebró la cubierta de cristal de la pantalla y el número siete se esfumó de ella.
Debería controlar mi ira hacia los aparatos... No me llevo bien con ellos y mucho menos con los que interrumpen momentos importantes de mi vida. Una vez tenía una computadora de escritorio y el monitor siempre tenía la imprudencia de apagarse en los momentos más emocionantes de las series que veía por Internet. Un día no lo toleré más y lo arrojé por la ventana del segundo piso, pero como no fue suficiente para destruirlo, agarré una escoba y bajé a descargarle toda mi furia.
—Por qué tengo que recordar ese vil monitor cada que vez que rompo algo... —Removí la pesada sábana y llevé mis pies afuera de la cama para levantarme. Desde que toqué la fría madera del suelo, recordé algo y me puse de pie rápidamente. —¡Hoy es el primer día del segundo año de secundaria! —Por eso fue que la alarma me despertó. Qué torpe soy.
Mi nombre es Vanessa. Soy una chica de 16 años de edad con cabello rosado y ojos verdes que disfruta a plenitud de su adolescencia... ya no sigo... acabo de recordar que no tengo amigos.
—¡Ay, qué piso más frío! —Me agaché para entrar una mano debajo de la cama y sacar mis amadas pantuflas rosadas con diseños de corazones. Entré los pies en ellas y sentí como ese insoportable frío desapareció de mi piel.
—Otro año más de clases... —Mi pequeña habitación es muy acogedora. En esta casa tenemos otras más grandes, pero prefiero tener todo al alcance e ir tirando lo que ya no necesite. En la mesita de noche, donde está la pobre alarma, tengo una lámpara con una bombilla rosada que vino con un molde rotatorio de estrellas y corazones. La encendía por las noches para dormir acompañada de todas esas siluetas que danzaban por las paredes. Sin embargo, comenzó a causarme insomnio y desde ese momento, se convirtió en mi peor enemiga.
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