El médico la bombardeó de preguntas inquieto ante la calma con la que Mina se tomaba los acontecimientos, pero ¿cómo explicarle que lo que había pasado no tenía nada que ver con una banal agresión en el metro? ni con el metro en sí, ni siquiera con el mundo real. Era un sueño, un maldito sueño que interfería con su trabajo, su vida y su salud. Sintió el somnífero hacer efecto y pronto se encontró avanzando por el desierto en compañía de Dav y de Ezequiel. El Viejo era la respuesta. Relegando su trabajo, sus amigos y sus compañeros que la veían perecer angustiados decidió bucear hasta lo más profundo de su pesadilla y cerrar para siempre el capítulo del paseo de los Melancólicos, el clic-clac de la baldosa de la entrada y la voz insistente de su adorable abuela.
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