Valeria Sabater, ganadora del premio internacional de Terror Villa de Maracena, y del premio Solsticio de literatura joven, nos trae una novela de fantasía capaz de cautivar a todo tipo lector...
Habitan en la penumbra de los bosques, en los rincones oscuros y fríos de las casas, sin hacer ruido apenas…Son sabias y cautelosas, criaturas exiliadas de otro mundo que un día cruzaron el umbral de nuestro planeta por pura curiosidad, por el placer de adquirir conocimiento sin saber que entornaban ya las bisagras de la maldad. Aguardan inmóviles en las cabeceras de nuestras camas para alimentarse de nuestros sueños y deseos, devorando esperanzas, miedos y secretos. Suelen protegerse del reflejo de los espejos porque les recuerdan lo que antes fueron: criaturas bellas honradas por sabiduría y la más exquisita de las noblezas.
Pero todo eso cambió hace siglos, el tiempo ya ni siquiera recuerda el día en que las Hadas empezaron a vestir el manto de la oscuridad para torturarnos sin saberlo, para arrancarnos cosas y personas sin que podamos recordarlo. Y Yago lo sabe bien… este joven peculiar al que nunca le han ido demasiado bien las cosas en su vida, guarda extraños recuerdos en su mente que no puede comprender: un viejo caserón, un roble, el reflejo de una mujer en un espejo… y un miedo sin forma que lo ha perseguido durante toda su existencia; enigmas que se decide a resolver una noche de invierno, una medianoche fría y sin estrellas en la que logra adentrarse en la que fue su casa de infancia, ahí donde la casualidad, provoca que conozca a alguien tan singular como él: Evangeline, una Gothic Lolita tan descarada como brillante junto a la que irá recobrando la memoria poco a poco, comprendiendo qué es aquello que habita en la oscuridad de sus rincones, acechándolo, aterrándolo, dejando que de su memoria emerja aquel cuento sin sentido que alguien le explicó cuando era muy niño:
“Pasaron muchos selenios hasta que llegó ese día, en que las hadas, empezaron a volverse caprichosas. Querían coleccionar, poseer cosas… Les gustaba la risa de los niños. Les gustaba hurgar en los recuerdos de los viejos y aspirar el aliento de las jóvenes enamoradas. Aguardaban en los caminos para asustar a los muchachos y arrancarles sus recuerdos de infancia; les fascinaba la voz de las mujeres que cantaban canciones de cuna a sus hijos, y adoraban también el brillo de los ojos de los recién nacidos…”
Habitan en la penumbra de los bosques, en los rincones oscuros y fríos de las casas, sin hacer ruido apenas…Son sabias y cautelosas, criaturas exiliadas de otro mundo que un día cruzaron el umbral de nuestro planeta por pura curiosidad, por el placer de adquirir conocimiento sin saber que entornaban ya las bisagras de la maldad. Aguardan inmóviles en las cabeceras de nuestras camas para alimentarse de nuestros sueños y deseos, devorando esperanzas, miedos y secretos. Suelen protegerse del reflejo de los espejos porque les recuerdan lo que antes fueron: criaturas bellas honradas por sabiduría y la más exquisita de las noblezas.
Pero todo eso cambió hace siglos, el tiempo ya ni siquiera recuerda el día en que las Hadas empezaron a vestir el manto de la oscuridad para torturarnos sin saberlo, para arrancarnos cosas y personas sin que podamos recordarlo. Y Yago lo sabe bien… este joven peculiar al que nunca le han ido demasiado bien las cosas en su vida, guarda extraños recuerdos en su mente que no puede comprender: un viejo caserón, un roble, el reflejo de una mujer en un espejo… y un miedo sin forma que lo ha perseguido durante toda su existencia; enigmas que se decide a resolver una noche de invierno, una medianoche fría y sin estrellas en la que logra adentrarse en la que fue su casa de infancia, ahí donde la casualidad, provoca que conozca a alguien tan singular como él: Evangeline, una Gothic Lolita tan descarada como brillante junto a la que irá recobrando la memoria poco a poco, comprendiendo qué es aquello que habita en la oscuridad de sus rincones, acechándolo, aterrándolo, dejando que de su memoria emerja aquel cuento sin sentido que alguien le explicó cuando era muy niño:
“Pasaron muchos selenios hasta que llegó ese día, en que las hadas, empezaron a volverse caprichosas. Querían coleccionar, poseer cosas… Les gustaba la risa de los niños. Les gustaba hurgar en los recuerdos de los viejos y aspirar el aliento de las jóvenes enamoradas. Aguardaban en los caminos para asustar a los muchachos y arrancarles sus recuerdos de infancia; les fascinaba la voz de las mujeres que cantaban canciones de cuna a sus hijos, y adoraban también el brillo de los ojos de los recién nacidos…”