Escrito en el fuego
Los dragones existen. Desde antaño, la humanidad ha poblado sus relatos de ellos y sus fantásticas andanzas, a veces, como contraposición al ser humano, que busca su estatura de héroe enfrentándose a alguno de esos temibles monstruos. Veloces y mortíferos, han sobrevivido al tiempo, al miedo y al olvido. Surcan, con sus gigantescas alas, las narraciones de fabuladores de distintas épocas. Y, a veces, cuando el sueño se torna pesadilla, podemos verlos, una sombra interminable en el cielo, una presencia imponente, más ardiente que el sol.
Los dragones han llegado a los escritos de Jeu Azarru. Como esculpiendo las palabras en su aliento de fuego, Jeu introduce una mirada profundamente humana a los relatos de estos seres. Pues, ¿qué más humano hay, que sentirse los herederos auténticos de la creación, imagen y semejanza de un dios desconocido y terrible, que termina abandonando su obra? Ya no animales, entonces, sino parecidos a verdaderos semidioses, sienten sin embargo, con toda la fuerza de sus grandes corazones, los embates de la pasión humana, las encarnizadas luchas por el poder y la profundidad insondable de la muerte, desgracia que generalmente les acontece, a pesar de su longevidad, cuando se enfrentan entre sí. La lucha de gigantes hace temblar la tierra y deja un dragón menos en esa historia secreta que Jeu ha podido entrever.
Los dragones se enfrentan a un desafío. El hombre, en su soberbia, casi tan grande como la de esos poderosos seres, se constituye en una amenaza a su existencia, tal como lo es ahora para tantas otras especies vivas. Para vencer a los seres humanos, los dragones necesitan unirse. Pero su naturaleza es contraria a esta necesidad, ya que han saboreado el dulce placer de la soledad o el odio, representado en enfrentamientos titánicos. ¿Cómo resolverán este problema, que puede eliminarlos de la faz de la tierra? Jeu nos invita a adentrarnos en ese conflicto fascinante, a través de una narración única, que viene a introducir en la literatura paraguaya una visión muy propia de estas leyendas, algunas de las cuales encuentran parangón con el mito guaraní del Teju Jagua, quizá nuestro propio dragón ancestral.
Inmersos en el conflicto, los dragones cambian, a semejanza de los humanos, y se tornan diferentes, pues su imperativo esencial es la sobrevivencia. Suceden muchas cosas más, e intervienen en la saga otras sorprendentes criaturas, sobre todo lo cual guardaré un prudente silencio, pues es de buen lector descubrir estos desenlaces de a poco, mientras se desarrolla la aventura.
El nombre que oculta y revela
Jeu Azarru es el seudónimo elegido por este notable escritor, que ha elegido también los géneros literarios de la fantasía y la ciencia ficción para darse a conocer en el mundo de la escritura. Su sólida y abundante producción, a la que he tenido la oportunidad de acceder, le ha permitido crecer también en su innegable talento literario, y hoy nos encontramos ante una obra que utiliza los abundantes recursos de la narrativa fantástica, en un estilo depurado y atractivo.
Jeu, cuando no se encuentra soñando universos imposibles, trabaja como ingeniero en informática, locutor, profesor universitario o fotógrafo amateur, profesiones dispares que tal vez contribuyen a darle ese estilo tan particular a sus obras.
En "Señores de Fuego", el escritor ejerce con pasión las artes del oficio, e instala una saga de proporciones épicas. A medida que transcurre la historia, el lector se verá atrapado por la naturaleza descomunal, no solo de estos seres magníficos, sino de los sentimientos encontrados que son provocados por los acontecimientos centenarios, y luego milenarios, en el relato, hasta su desenlace final.
Los dragones existen. Desde antaño, la humanidad ha poblado sus relatos de ellos y sus fantásticas andanzas, a veces, como contraposición al ser humano, que busca su estatura de héroe enfrentándose a alguno de esos temibles monstruos. Veloces y mortíferos, han sobrevivido al tiempo, al miedo y al olvido. Surcan, con sus gigantescas alas, las narraciones de fabuladores de distintas épocas. Y, a veces, cuando el sueño se torna pesadilla, podemos verlos, una sombra interminable en el cielo, una presencia imponente, más ardiente que el sol.
Los dragones han llegado a los escritos de Jeu Azarru. Como esculpiendo las palabras en su aliento de fuego, Jeu introduce una mirada profundamente humana a los relatos de estos seres. Pues, ¿qué más humano hay, que sentirse los herederos auténticos de la creación, imagen y semejanza de un dios desconocido y terrible, que termina abandonando su obra? Ya no animales, entonces, sino parecidos a verdaderos semidioses, sienten sin embargo, con toda la fuerza de sus grandes corazones, los embates de la pasión humana, las encarnizadas luchas por el poder y la profundidad insondable de la muerte, desgracia que generalmente les acontece, a pesar de su longevidad, cuando se enfrentan entre sí. La lucha de gigantes hace temblar la tierra y deja un dragón menos en esa historia secreta que Jeu ha podido entrever.
Los dragones se enfrentan a un desafío. El hombre, en su soberbia, casi tan grande como la de esos poderosos seres, se constituye en una amenaza a su existencia, tal como lo es ahora para tantas otras especies vivas. Para vencer a los seres humanos, los dragones necesitan unirse. Pero su naturaleza es contraria a esta necesidad, ya que han saboreado el dulce placer de la soledad o el odio, representado en enfrentamientos titánicos. ¿Cómo resolverán este problema, que puede eliminarlos de la faz de la tierra? Jeu nos invita a adentrarnos en ese conflicto fascinante, a través de una narración única, que viene a introducir en la literatura paraguaya una visión muy propia de estas leyendas, algunas de las cuales encuentran parangón con el mito guaraní del Teju Jagua, quizá nuestro propio dragón ancestral.
Inmersos en el conflicto, los dragones cambian, a semejanza de los humanos, y se tornan diferentes, pues su imperativo esencial es la sobrevivencia. Suceden muchas cosas más, e intervienen en la saga otras sorprendentes criaturas, sobre todo lo cual guardaré un prudente silencio, pues es de buen lector descubrir estos desenlaces de a poco, mientras se desarrolla la aventura.
El nombre que oculta y revela
Jeu Azarru es el seudónimo elegido por este notable escritor, que ha elegido también los géneros literarios de la fantasía y la ciencia ficción para darse a conocer en el mundo de la escritura. Su sólida y abundante producción, a la que he tenido la oportunidad de acceder, le ha permitido crecer también en su innegable talento literario, y hoy nos encontramos ante una obra que utiliza los abundantes recursos de la narrativa fantástica, en un estilo depurado y atractivo.
Jeu, cuando no se encuentra soñando universos imposibles, trabaja como ingeniero en informática, locutor, profesor universitario o fotógrafo amateur, profesiones dispares que tal vez contribuyen a darle ese estilo tan particular a sus obras.
En "Señores de Fuego", el escritor ejerce con pasión las artes del oficio, e instala una saga de proporciones épicas. A medida que transcurre la historia, el lector se verá atrapado por la naturaleza descomunal, no solo de estos seres magníficos, sino de los sentimientos encontrados que son provocados por los acontecimientos centenarios, y luego milenarios, en el relato, hasta su desenlace final.