La idea de que los seres vivos han sido creados por fuerzas sobrenaturales o deidades es muy antigua. En el siglo IV a.C. Aristóteles desarrolló «la generación espontánea»: la vida surgiría del agua, aire, fuego y tierra. Esta teoría reinó hasta ser refutada por Pasteur en 1863. Luego vino la teoría de la Pandemia, de Hermann von Helmholtz en 1879, defiende que la vida llegó de otro lugar del universo. Hacia 1920, Oparin propuso que la atmósfera primitiva de la Tierra era reductora y contenía hidrógeno, metano, amoniaco y vapor de agua. Esta mezcla, bajo la acción de la radiación ultravioleta del Sol, de las descargas eléctricas de los rayos y del calor de los volcanes, formó muchas moléculas orgánicas. Estas formaron un caldo de cultivo o sopa prebiótica. Haldane propuso un modelo similar al de Oparin, en la que aparecía el dióxido de carbono. Después Joan Oró, de la Universidad de Houston, recreó las condiciones para sintetizar adenina, lo que abrió el camino a síntesis abióticas de los nucleótidos que constituyen el ADN. Para entonces se había descubierto la importancia y la estructura de esta molécula, por lo que se consideró que la síntesis de los «genes primordiales» en la sopa primordial era la clave de la vida. Luego, vino una nueva hipótesis: el ARN desempeñó un papel fundamental en el origen de la vida, puesto que el ARN fue anterior al ADN.
Comienzan a aparecer otras ideas, llegan con la física cuántica, y nos lleva a pensar en el origen de la vida viendo lo que ocurren a nivel subatómico.
La edad aceptada del universo es de 13.800 millones de años. En un principio, todo lo que existía ocupó un único punto infinitamente denso. Después aquel punto se expandió desencadenando el Big Bang, considerado el origen del universo. Las matemáticas solo explican lo que sucedió después, y no antes de la singularidad. Ahmed Farag Ali, de la Universidad de Benha, Egipto, y Saurya Das de la Universidad de Lethbridge, Canadá, afirman que el Big Bang es resuelto por su modelo, en el que el universo no tiene ni principio ni fin. El modelo contiene elementos de la teoría cuántica y de la relatividad general. Éste describe el universo lleno de un «fluido cuántico»; compuesto por gravitones, hipotéticas partículas sin masa que median la fuerza de gravedad. Ellos analizaron este fluido a través del tiempo. Encontraron que no converge hacia el Big Bang, sino que parece haber existido siempre. Si así fue ¿sería posible pensar lo mismo de la vida?
El Dr. Robert Lanza, de la Universidad Wake Forest de Carolina del Norte argumenta «creemos en la muerte porque nos han enseñado a creer que morimos»; nuestra conciencia asocia la vida con el cuerpo. Su teoría, el ‘biocentrismo’ o ‘universo de la biocéntrica’, explica que la muerte no es tan terminal como creemos. La biología y la vida originan la realidad y el universo, y no a la inversa. La conciencia determina la forma y el tamaño de los objetos. El espacio y el tiempo no se comportan de manera tan rígida ni tan rápida como nos presenta nuestra conciencia. Entonces la muerte y la inmortalidad existen en un mundo sin límites espaciales ni lineales. Hay una cantidad infinita de universos en los que diversas variaciones de personas y situaciones existen y ocurren simultáneamente. Todo lo que puede suceder sucede en algún momento en todos estos ‘multiversos’, lo que significa que la muerte no puede existir en un sentido real.
La percepción participa en el comportamiento de la materia y la energía. La física cuántica nos habla del hecho de que es posible que de la nada, del vacío cuántico, surjan partículas. Es decir; algo que no era, de repente es. Es vació cuántico no es una nada absoluta, pero se le parece. Hay una condición que debe de cumplir esta creación espontánea y es una relación matemática muy concreta.
La idea del multiverso da apoyo a la propuesta budista en cuanto que cada persona sufre tras la muerte infinitas reencarnaciones (algo que va de acuerdo con la hipótesis cuántica).
Comienzan a aparecer otras ideas, llegan con la física cuántica, y nos lleva a pensar en el origen de la vida viendo lo que ocurren a nivel subatómico.
La edad aceptada del universo es de 13.800 millones de años. En un principio, todo lo que existía ocupó un único punto infinitamente denso. Después aquel punto se expandió desencadenando el Big Bang, considerado el origen del universo. Las matemáticas solo explican lo que sucedió después, y no antes de la singularidad. Ahmed Farag Ali, de la Universidad de Benha, Egipto, y Saurya Das de la Universidad de Lethbridge, Canadá, afirman que el Big Bang es resuelto por su modelo, en el que el universo no tiene ni principio ni fin. El modelo contiene elementos de la teoría cuántica y de la relatividad general. Éste describe el universo lleno de un «fluido cuántico»; compuesto por gravitones, hipotéticas partículas sin masa que median la fuerza de gravedad. Ellos analizaron este fluido a través del tiempo. Encontraron que no converge hacia el Big Bang, sino que parece haber existido siempre. Si así fue ¿sería posible pensar lo mismo de la vida?
El Dr. Robert Lanza, de la Universidad Wake Forest de Carolina del Norte argumenta «creemos en la muerte porque nos han enseñado a creer que morimos»; nuestra conciencia asocia la vida con el cuerpo. Su teoría, el ‘biocentrismo’ o ‘universo de la biocéntrica’, explica que la muerte no es tan terminal como creemos. La biología y la vida originan la realidad y el universo, y no a la inversa. La conciencia determina la forma y el tamaño de los objetos. El espacio y el tiempo no se comportan de manera tan rígida ni tan rápida como nos presenta nuestra conciencia. Entonces la muerte y la inmortalidad existen en un mundo sin límites espaciales ni lineales. Hay una cantidad infinita de universos en los que diversas variaciones de personas y situaciones existen y ocurren simultáneamente. Todo lo que puede suceder sucede en algún momento en todos estos ‘multiversos’, lo que significa que la muerte no puede existir en un sentido real.
La percepción participa en el comportamiento de la materia y la energía. La física cuántica nos habla del hecho de que es posible que de la nada, del vacío cuántico, surjan partículas. Es decir; algo que no era, de repente es. Es vació cuántico no es una nada absoluta, pero se le parece. Hay una condición que debe de cumplir esta creación espontánea y es una relación matemática muy concreta.
La idea del multiverso da apoyo a la propuesta budista en cuanto que cada persona sufre tras la muerte infinitas reencarnaciones (algo que va de acuerdo con la hipótesis cuántica).