“Inteligentes cuentos góticos de terror, teñidos de ironía y sutil humor” La historia de las desventuras que aguardan al viajero que pasa la noche en una hostería es el núcleo de La mano muerta, que merece ser considerado como uno de los antecesores del célebre Psycho. Una serie de relatos donde Collins demuestra un notable talento: su capacidad para jugar con los géneros narrativos populares. En sus manos, el cuento gótico de terror y los relatos de fantasmas se convierten en inteligentes ejercicios, teñidos de ironía y sutil humor. Wilkie Collins nació en Londres en 1824. Primogénito del paisajista William Collins –sobre quien publicó un libro, Recuerdos de la vida de William Collins, 1848–, cursó estudios de Derecho, profesión que alternó con la de actor y prolífico escritor. A los 26 años publicó su primera novela, Antonina o la caída de Roma (1850), escrita bajo la impresión que le produjo la lectura de la célebre novela de Bulver-Lytton, Los últimos días de Pompeya. En 1860 publica La dama de blanco, novela realmente excepcional, tal vez su obra maestra y una de las más relevantes del siglo XIX, donde se introducen importantes cambios en la estructura del relato, el más significativo de los cuales es la pluralidad del punto de vista –más tarde adoptado y desarrollado por Henry James–, técnica que alcanza su madurez en La piedra lunar (1868). Otras novelas de relieve son Armandale, Doble engaño, El secreto de Sarah, La respuesta es no y Sin nombre. Maestro del relato breve, en su obra destacan, entre otros, El hotel encantado, La mano muerta y La dama de Glenwith Grange. Amigo íntimo de Dickens, con quien colaboró asiduamente, Collins murió en Londres en 1889.
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