«Miles de periodistas empotrados e incrustados en la cultura dominante ignoran voluntariamente que todas las grandes gestas del periodismo en la historia comparten el mismo rasgo: se apartan del poder dominante y se impregnan de insurrección. La rebeldía frente al poder es una condición indispensable para ser periodista. Bob Woodward y Carl Bernstein fueron insurrectos cuando denunciaron el Watergate, al igual que Edward R. Murrow y Seymour Hersh cuando denunciaron los abusos del macartismo y la matanza de My Lai, en Vietnam, respectivamente. Anna Politkovskaya, al contar la verdad sobre los abusos y crímenes del poder ruso en Chechenia, se ganó a pulso el odio de un autócrata como Vladimir Putin y quizás también el derecho a ser considerada un ejemplo para periodistas, tras su cobarde asesinato político.» «No hay un solo caso de periodista esclavo que sea recordado por la Historia, del mismo modo que tampoco merecen el recuerdo los militares cobardes o los médicos al servicio de la muerte. Que quede claro que los periodistas sometidos al poder sólo pueden esperar poder y dinero, pero nunca reconocimiento, honor o respeto.»
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