¿Son los periodistas una especie en extinción? Sin duda enfrentan una dura crisis, con desafíos complejos y cruzados que dejarán consecuencias y afectarán la necesaria consolidación de nuestras democracias.
Tomás Linn pretende desentrañar la crisis en este libro. Una crisis que desconcierta a los periodistas y alarma a quienes en defensa de la libertad, creen que el flujo libre y constante de información es crucial para un Estado de derecho. Solo ciudadanos bien informados ejercerán la debida vigilancia a quienes gobiernan en su nombre. El periodismo, tantas veces mutilado y censurado, buscó sobrevivir aun en dictaduras. Lo contrario: apostar a que una democracia sobreviva allí donde no hay un periodismo libre, crítico e independiente, es más difícil.
Los astros se alinearon en su contra, dice el autor. Y vaya si lo hicieron.
El libro analiza varios factores, en apariencia distintos entre sí, que convergen hacia un mismo punto. Lo tecnológico es dominante y al poner en riesgo el periodismo en papel, cuestiona la esencia misma de cómo hacerlo bien. Pero hay otros desafíos. Cambia el modelo de financiación.
Crece el reclamo por noticias excesivamente frívolas. Se consolida una generación “desconectada” de toda información. Vuelve, un siglo después, un periodismo de tribuna partidizado, que cuestiona al periodismo profesional e independiente.
La coyuntura es sombría, pero Linn es optimista: este problema no afecta solo a los periodistas sino a los ciudadanos, que siempre demandarán información pura y dura para vigilar a sus gobernantes; ellos también tienen una enorme responsabilidad en este dilema. Las sociedades serán más libres si sus ciudadanos están bien informados. Por eso seguirá siendo necesario el mejor periodismo posible, más allá de los cambios tecnológicos y los nuevos formatos. Por eso sobrevivirá.
Tomás Linn pretende desentrañar la crisis en este libro. Una crisis que desconcierta a los periodistas y alarma a quienes en defensa de la libertad, creen que el flujo libre y constante de información es crucial para un Estado de derecho. Solo ciudadanos bien informados ejercerán la debida vigilancia a quienes gobiernan en su nombre. El periodismo, tantas veces mutilado y censurado, buscó sobrevivir aun en dictaduras. Lo contrario: apostar a que una democracia sobreviva allí donde no hay un periodismo libre, crítico e independiente, es más difícil.
Los astros se alinearon en su contra, dice el autor. Y vaya si lo hicieron.
El libro analiza varios factores, en apariencia distintos entre sí, que convergen hacia un mismo punto. Lo tecnológico es dominante y al poner en riesgo el periodismo en papel, cuestiona la esencia misma de cómo hacerlo bien. Pero hay otros desafíos. Cambia el modelo de financiación.
Crece el reclamo por noticias excesivamente frívolas. Se consolida una generación “desconectada” de toda información. Vuelve, un siglo después, un periodismo de tribuna partidizado, que cuestiona al periodismo profesional e independiente.
La coyuntura es sombría, pero Linn es optimista: este problema no afecta solo a los periodistas sino a los ciudadanos, que siempre demandarán información pura y dura para vigilar a sus gobernantes; ellos también tienen una enorme responsabilidad en este dilema. Las sociedades serán más libres si sus ciudadanos están bien informados. Por eso seguirá siendo necesario el mejor periodismo posible, más allá de los cambios tecnológicos y los nuevos formatos. Por eso sobrevivirá.