Tragué saliva y repetí mis palabras.
—Divorcio, Jake.
Entrecerró los ojos antes de apretar los músculos de la mandíbula. Dejó escapar un gruñido gutural antes de dar un fuerte puñetazo en la puerta del frigorífico.
El aparato repiqueteó y vibró hasta volver a detenerse.
Pensé si era mejor pelear o huir al tiempo que intentaba llevar aire a los pulmones. ¿Había ido demasiado lejos? Agarré la encimera y respiré.
—¿Por qué c*ño piensas en eso? —Tenía la voz rota de la emoción—. Acabamos de casarnos.
Había sido lo bastante estúpida como para hacerle enfadar, pero me juré que me mantendría firme. Apreté los labios y una ola de calor me inundó el rostro, pero lo miré directamente a los ojos.
—No pienso ser un obstáculo en tu exitosa vida. Estoy preguntando si quieres liberarte de tu responsabilidad. —Un silencio sepulcral se extendió por el cargado ambiente. No dijo nada, así que continué—: Porque si es eso lo que quieres, eres libre de irte. Puedes visitarme en cualquier momento. Lo que dije entonces iba en serio, nunca te prohibiré ver a tu hijo.
Se le hinchó la nariz y tensó los músculos.
—¿Cómo puede siquiera habérsete pasado por la cabeza esa palabra?
Buena pregunta. La mitad de mí quería mi propia libertad y la otra parte quería que me tomara entre sus brazos y dijera que nunca podría vivir sin mí. Pero no conseguiría ni lo uno ni lo otro. Estaba totalmente indecisa. Cerré los ojos y tomé aire.
—Es evidente que no eres feliz conmigo, así que no voy a obligarte, Jake. Quiero que los dos estemos satisfechos. Estoy segura de que nuestro hijo lo entenderá cuando sea mayor.
—Mira, he tenido un día duro. ¿Por qué tengo que perderte ahora? —Se pasó una mano nerviosa desde la frente hacia atrás—. Estoy intentando hacer que esto funcione, pero no puedes estar amenazándome con irte.
Sentí que las costillas me oprimían el pecho. Se podía decir que era una prueba, pero le había preguntado si él quería divorciarse para descubrir la verdad. Y ahora había lanzado la pelota a mi tejado. Solté una bocanada de aire caliente.
—Deja de darle la vuelta a esto. No soy yo la que quiere irse. Eres tú el que ya se ha ido.
Miró hacia arriba como si fuera a rezar antes de que su mirada se posara en el borde de la encimera.
El único sonido que se oía era el zumbido constante del frigorífico.
—Vale, ¿quieres rendirte? —Levantó una ceja retándome. Su voz sonaba grave y firme y parecía calmado—. Dilo y me iré.
Esta novela corta romántica es perfecta para lectores de J.S. Scott y Cincuenta sombras de Grey. Sólo para adultos. Hay 12 libros en la serie.