Kierkegaard es el defensor de la existencia individual concreta, del subjetivismo irreductible a cualquier sistema conceptual, y de la libertad humana, abocada a la angustia por el hecho de tener que determinar su propio contenido y enfrentada a la posibilidad de dar el gran salto al absoluto de la vida religiosa.
El pensamiento vital, profundamente cristiano de Kierkegaard (Copenhague, 1813-1855) sitúa la vida humana en una precaria situación de riesgo permanente, la de tener que decidir a cada momento su propio contenido, su propia dimensión, sin remitirse a normas exteriores y objetivas que la orienten o legitimen. La rebelión es total ante las facilidades de las religiones organizadas, los sistemas morales sancionados y las filosofías sistemáticas totalizadoras que lo igualan todo (léase Hegel y el idealismo alemán, que en la época triunfaban en los ámbitos académicos). Frente a todas estas construcciones conceptuales y abstractas, Kierkegaard sitúa el hecho irreductible de la existencia concreta del individuo, la incertidumbre, el sufrimiento y la angustia del ser humano con respecto al sentido último de su vida, y la apertura espiritual a la vida religiosa, el "salto" de la fe que no tiene nada de racional, que es paradójico y absurdo para la razón, y sin embargo es la decisión que confiere realidad y plenitud a la vida humana. La riqueza de estos planteamientos engendró en el siglo XX un nuevo tipo de sensibilidad, una nueva visión del valor del individuo, en pensadores que se comprometieron con la autenticidad de la existencia subjetiva, se situara ésta en un ámbito religioso o ateo.
Los escritos incluidos en este volumen se publicaron originariamente con varios seudónimos, entre 1843 y 1845. Los siete primeros integran, junto a otros textos, el tratado en dos volúmenes con el que Kierkegaard comienza su carrera de escritor: O lo uno o lo otro: Diapsálmata (una serie de aforismos a menudo irónicos), El erotismo musical (elogio de la música de Mozart y análisis de la figura de Don Juan, esencia de la forma musical por su sensualidad espiritual), Repercusión de la tragedia antigua en la moderna (en la que se contrapone el dolor del drama griego a la pena del moderno), Siluetas (que profundiza en la subjetividad femenina expectante frente a una subjetividad demoníaca), El más desgraciado (análisis de la infelicidad puramente abstracta, en que coinciden la melancolía y la desesperación), El primer amor (celebración de la plenitud en el instante eterno del amor fugaz) y La validez estética del matrimonio (que contrapone a la anterior visión la del amor extendido en el tiempo, que es la dimensión ética). El último texto, Temor y temblor, indaga en lo que pensaron y sintieron Abraham e Isaac cuando se dirigían a cumplir el terrible mandato del sacrificio, y es una expresión inolvidable del salto apasionado de la fe, absurdo, que pone en contacto al individuo con el absoluto.