"A menudo viajo solo porque busco un absurdo que resulta difícil de compartir: pretendo encontrarme a mí mismo en algún otro lugar del mundo, como si fuese el personaje de un cuento de Borges. Fue así que decidí marcharme a China. No tenía la menor relación con ese país ni sabía gran cosa sobre sus costumbres, historia o paisajes. Del idioma lo desconocía todo. Así que comencé a informarme sobre China, compré un libro y unas cintas para aprender mandarín, elaboré itinerarios, me puse en contacto con varias universidades de la República Popular China, y decidí partir. Un mes lo pasaría en Nanjing aprendiendo el idioma para luego poder dedicar otro mes a recorrer el país por mi cuenta". JOSÉ OVEJERO
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