Sartok, el Sanguinario, se asentaba en los acantilados de una cordillera infranqueable.
Encabezaba un clan guerrero que aterrorizaba con vandálicas incursiones
a los pueblos establecidos en una vasta llanura. Quienes sufrían sus tropelías
soñaban con la venganza. Mas ya el tiempo se disponía a volverle el rostro con
la amenaza de la decadencia física. Se le acercaba el instante crítico en que el
mayor de sus hijos se alzará contra Él y le arrebatará su autoridad. En llegando
aquí nadie le respaldaría. Ni siquiera Ngoa, el mago, su comparte en el mando, le
tendería la mano, sino al contrario pues ambos, a la callada, eran irreconciliables
enemigos y cada uno ansiaba la destrucción del otro.
Además de este, otro problema atormentaba a Sartok. Tenía una hija nacida de
una mujer que llevó hasta sus riscos en calidad de botón
Encabezaba un clan guerrero que aterrorizaba con vandálicas incursiones
a los pueblos establecidos en una vasta llanura. Quienes sufrían sus tropelías
soñaban con la venganza. Mas ya el tiempo se disponía a volverle el rostro con
la amenaza de la decadencia física. Se le acercaba el instante crítico en que el
mayor de sus hijos se alzará contra Él y le arrebatará su autoridad. En llegando
aquí nadie le respaldaría. Ni siquiera Ngoa, el mago, su comparte en el mando, le
tendería la mano, sino al contrario pues ambos, a la callada, eran irreconciliables
enemigos y cada uno ansiaba la destrucción del otro.
Además de este, otro problema atormentaba a Sartok. Tenía una hija nacida de
una mujer que llevó hasta sus riscos en calidad de botón