Francis, Mr. Frankie, decide regresar al lugar donde vivió las primeras cosas, a su barrio. Se marchó de allí persiguiendo su particular sueño de rock’n’roll, que le llevó a acariciar con la punta de sus dedos una fama tóxica y efímera. Ahora Francis vuelve para dejar atrás la miseria y la drogadicción. Pero su viejo barrio son ruinas por donde aún deambulan su padre, su medio hermana, su primera novia y algún que otro amigo. Francis quiere empezar de nuevo y hacer las cosas bien. El problema son los atajos, las canciones de tres minutos, la imposibilidad de olvidar quién fue. Para Francis la línea recta es la distancia más retorcida entre dos puntos. De momento, sus facturas y sus noches no suele pagarlas él, pero esa situación no puede alargarse mucho más. Va a necesitar algo más que promesas para salir adelante.
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