No corría el aire, iba a ser otro mal día. El matrimonio del comisario Cabarga no pasa por un buen momento. Él y su familia necesitan esas vacaciones. Pero el hallazgo inesperado de un cadáver en el antiguo barrio del puerto de pescadores, va a trastocar sus planes de un modo que no puede imaginar. Nadie echó en falta ese cadáver hasta que el olor de la putrefacción comenzó a molestar, y sin embargo, a su lado la policía encuentra amontonados varios fajos de billetes de curso legal. Demasiado dinero como para que alguien lo deje abandonado sin más. Otra vez Cabarga descubrirá que pocas cosas son como parecen ser, y que los límites de lo posible se ensanchan hasta donde no éramos capaces de imaginar que podían hacerlo. Una novela apasionante donde la realidad muestra su lado más duro y humano, y donde las vidas se entremezclan superando la mera ficción. Lo mejor del libro está en cada una de sus páginas, y al llegar a la última, sus personajes habrán quedado para siempre en nosotros.
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