Martín no podía sospechar, cuando se dirigía a su clase en el comienzo del curso, que ese mes de octubre sería el más largo de su vida. Atormentado por su creciente incapacidad de comprender el mundo que le ahogaba, pero sometido, al mismo tiempo, a un férreo compromiso con la sociedad y consigo mismo, el joven profesor se debatía continuamente entre una responsabilidad que le pesaba demasiado y un vago sentimiento de incompetencia que le asaltaba con excesiva frecuencia.
A lo largo de ese terrible mes de octubre se sucedieron en España acontecimientos que marcarían para siempre el carácter del país, y que llevaron a la población hasta límites que nadie hubiera creído posible, obligando a muchos a cruzar la tenue línea que separa razón y locura. Martín fue uno más entre tantos, uno al azar, sin nada especial que le defina; un hombre como los demás, con la tragedia de lo hispánico cincelada en su rostro, pero que la soporta sabiendo que drama y semblante son inseparables. Martín solo era uno más de la historia, y ni siquiera es la historia de Martín, pero esta historia había que contarla, a pesar de todo. Gracias, Martín…
A lo largo de ese terrible mes de octubre se sucedieron en España acontecimientos que marcarían para siempre el carácter del país, y que llevaron a la población hasta límites que nadie hubiera creído posible, obligando a muchos a cruzar la tenue línea que separa razón y locura. Martín fue uno más entre tantos, uno al azar, sin nada especial que le defina; un hombre como los demás, con la tragedia de lo hispánico cincelada en su rostro, pero que la soporta sabiendo que drama y semblante son inseparables. Martín solo era uno más de la historia, y ni siquiera es la historia de Martín, pero esta historia había que contarla, a pesar de todo. Gracias, Martín…