El pasillo del quinto piso del hospital era frío como un gla¬cial, mucho más que en los demás pisos; los parientes y ami¬gos que visitaban a los enfermos así lo sentían. Este hos¬pi¬tal era distinto de otros, ya que la gente no lo usaba para cu¬rarse o recuperarse por completo, mas bien recurrían a él pa¬ra saber cuanto tiempo les quedaba de vida o para tratar de morir sin dolor.
Era tal el sufrimiento real y constante que los docto¬res, internos y enfermeras se habían hecho insensibles a él, y caminaban por los pisos llevando consigo un hálito de vien¬to helado que escapaba de sus venas; la dureza se reflejaba en sus rostros y gestos, aunque era posible que en algunos mo¬mentos, muy, muy adentro les temblara el corazón.
Era tal el sufrimiento real y constante que los docto¬res, internos y enfermeras se habían hecho insensibles a él, y caminaban por los pisos llevando consigo un hálito de vien¬to helado que escapaba de sus venas; la dureza se reflejaba en sus rostros y gestos, aunque era posible que en algunos mo¬mentos, muy, muy adentro les temblara el corazón.