Una joven viuda no está segura de si volverá a encontrar el amor de nuevo. Su hermano llega a casa durante un retiro militar junto a su mejor amigo, al que ella ha conocido durante casi toda su vida, y ella se ve contenta de tener amigos y familiares alrededor. Estimulada por una salida para acampar, empieza a fantasear con el mejor amigo de su hermano, Rob. ¿Podrá ser que el amor y el deseo se estuvieran escondiendo a plena vista?
Esta es una historia erótica explícita corta de aproximadamente 5.300 palabras. Contiene lenguaje gráfico y temas sexuales. Está dirigida sólo a adultos interesados en este tipo de material para su consumo en jurisdicciones donde su venta y disfrute no violan leyes locales.
Extracto:
Rob sacudió la cabeza. “No estaba dormido. Cuando te levantaste me quedé esperando a que regresaras pero como te estabas tardando decidí salir a ver cómo estabas.”
“Me puedo cuidar sola,” dijo en forma de broma, golpeando su hombro con los suyos juguetonamente.
“No tienes que hacerlo.”
Elizabeth levantó la mirada, notando repentinamente lo cerca que su rostro estaba al de él mientras se miraban el uno al otro. Más allá del olor de los pinos y del humo de la madera, ella podía oler la rica y masculina esencia de Rob, terrosa y salada, luego se vio a si misma recostándose de una manera casi inconsciente, como si esto fuese lo más natural del mundo. Tomó conciencia de ello, sin embargo, no hizo nada para detenerlo. Sus labios se abrieron y su lengua salió para humedecerlos, con ansia, con deseo. Él dirigió sus ojos hacia abajo, observándola, y bajo la intensa luz de la luna notó sus resplandecientes pupilas dilatándose mientras inclinaba el rostro hacía ella, capturando sus labios en un provocador beso.
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Extracto:
Rob sacudió la cabeza. “No estaba dormido. Cuando te levantaste me quedé esperando a que regresaras pero como te estabas tardando decidí salir a ver cómo estabas.”
“Me puedo cuidar sola,” dijo en forma de broma, golpeando su hombro con los suyos juguetonamente.
“No tienes que hacerlo.”
Elizabeth levantó la mirada, notando repentinamente lo cerca que su rostro estaba al de él mientras se miraban el uno al otro. Más allá del olor de los pinos y del humo de la madera, ella podía oler la rica y masculina esencia de Rob, terrosa y salada, luego se vio a si misma recostándose de una manera casi inconsciente, como si esto fuese lo más natural del mundo. Tomó conciencia de ello, sin embargo, no hizo nada para detenerlo. Sus labios se abrieron y su lengua salió para humedecerlos, con ansia, con deseo. Él dirigió sus ojos hacia abajo, observándola, y bajo la intensa luz de la luna notó sus resplandecientes pupilas dilatándose mientras inclinaba el rostro hacía ella, capturando sus labios en un provocador beso.